Este relato es uno de los que
se mete muy profundamente en mí interior, pues me
crié palpando muy de cerca todo lo que aquí cuento.
No voy a decir que fui famoso en la zona, por saber
de rastros, pero si fui respetado. Aún recuerdo cuando
me enrolé, en aquel tiempo el juez hacia estas cuatro
preguntas: ¿sabe andar a caballo? si. ¿Sabe conducir
automóviles? no. ¿Sabe nadar? si. ¿Qué sabe hacer
mejor? Yo soy rastreador. Así con cierto orgullo.
Hablar de rastrear con la gente de la barda es un
tema bastante serio, y curioso el modo de su deducción
en ciertos aspectos.
La verdad que me atrevo a decir que este conocimiento
en profundidad, pisa los umbrales de una ciencia.
Aún cuando sus conocimientos se adquieren sólo por
práctica, sutileza visual y deducción.
Varios son los factores que influyen y a los que es
necesario mantener muy presente en todo momento. No
todas las personas tienen la perspicacia necesaria
para este cometido.
Averiguar este secreto, entra ya en la sagacidad y
diplomacia campera, la que es utilizada en beneficio
propio. (Robar).
El rastreador entiende perfectamente las costumbres
de todos los animales que se muevan en su campo y
los alrededores. Esto lo asocia con los cambios de
tiempo (factor climático) fases de la luna y estación
del año. Es observador y de deducción rápida.
Un aguilucho de pecho blanco le da el pronóstico de
cómo será de nefasto o benigno ese día de labor. Y
así ante la vista de aquel hombre que sólo sabe de
animales, campo y de interminables noches que también
forman parte de su diario trajinar, van pasando los
rastros de todos los seres que habitan esos lugares,
tal como hoy vemos una película en el cine o en la
pantalla de televisión, el hombre mira, observa y
aplica sus conocimientos prácticos.
Así pues, el rastro de la liebre del país (mara) le
indica si el día será apacible o inestable.
El rastro de un piche le indica si vale la pena perder
tiempo en su busca o está flaco.
Un rastro de iguana es importante si está cerca.
El rastro de tortuga no le da importancia, salvo que
ésta ande buscando donde hacer postura.
Ve un rastro de avestruz sabe si es moro, overo, macho
o hembra y casi hasta por qué cruzó por ese lugar.
Rastro de puma indica, que le ha comido las chivas
al vecino y también puede comerle las suyas. Dos leguas
más adelante fijarse si cruzó en esa dirección.
Rastro de zorro, el macho es más grande y se mueve
más recto. La hembra es de pata chica y media redonda,
además se mueve de un lugar a otro.
Rastro de peludo, gordo, asienta toda la pata trasera,
flaco pisa sólo con los dos dedos y uñas de las patas
traseras.
El perro ovejero, galgo, policía y cuzco tiene rastro
distinto.
Rastro de gato montés, es redondo, tres taloncitos,
asienta la yema de los dedos menos las uñas.
Gato bayo igual al del león o puma, tres taloncitos
y como si pusiera una almohadilla de lana en el suelo.
Sin uñas.
Rastro humano, se puede por la pisada, si es alto,
flaco, bajo o rechoncho, varón o mujer.
De este modo van pasando por la mirada de este hombre
el rastro de lagartijas, arañas chinchimoyes, víboras,
cortas, largas y para el lado que se dirigen. Así
pues que quien posea esta habilidad es tenido en cuenta
si es que de robar se trata. Por eso digo que saber
rastrear es una ciencia.
Seguir el rastro lo sigue cualquiera pero de ahí a
saber y entender lo que ese rastro indica hay mucha
distancia. Ahí entra esa parte que no todos conocen
en profundidad.
Trataré de explicar en forma lo más explícita posible
el rastrillado de una acción de esta naturaleza. Allá
en los campos del Oeste que por 1930-40 no tenían
más límite que el propio horizonte, campos, pasto
y el mismo infinito.
¡Allá! va el criollo de campo montado en un buen caballo,
no es un animal bonito, ni de clase ni para nada por
el estilo, pero sí es un animal que responde a las
duras exigencias del quehacer cotidiano. La gran sabiduría
es montar un caballo y saber si llegará al fin de
la jornada, es decir, resistirá el tren de marcha
que se le exigirá o tendrá que tomar otro caballo
en el campo.
La marcha normal es trote, de acuerdo al terreno galope,
para un lado o para otro según como se haya movido
la hacienda, correr y en otras también disparar.
Corta un rastro de vacas, seis o diez, hacia cualquier
lado, no se detiene a mirar como en las películas,
ni se pone la mano en la frente, no, cruza con igual
paso de marcha, sea trote o galope, pero sí cuenta
los rastros de los animales grandes.
Por ejemplo 3 vacas grandes, vaquillonas, un toro,
a los terneros poco los cuenta. La deducción es la
siguiente: las vacas viejas no se van lejos, las vaquillonas
no se apartan y los terneros menos. Y el toro, en
época de celo seguirá a las vacas, de lo contrario
vuelve solo. De acuerdo a la hora que salieron, tarde,
noche, madrugada o mañana. Con una pequeña inclinación
en el recorrido hacia el lugar donde salieron, en
un tramo de 800 a 1000 metros tienen que encontrarse
los animales o el rastro. De lo contrario se buscan
decididamente. Este hecho se daría en tiempo normal.
La estación invernal con sus grandes temporales con
lluvias persistentes, con viento Sur, a veces tienen
una duración de semanas, arrean la hacienda vacuna
y con el frío comienza a corretear, luego toma un
modo de trote que lo lleva a recorrer grandes distancias
y mesturarse con otras haciendas, en tales circunstancias
es necesario andar muy alerta, pues el refrán dice:
a río revuelto, ganancia de pescadores.
El hombre en su recorrido observa el rastro que entra
a su campo, manteniéndolo en cuenta por dónde sale
y cuántos salen.
Además los rastros no son todos iguales como parece,
existe siempre diferencia entre si. Ver este rasgo,
es la gran sabiduría, aún cuando la hacienda sea de
la misma clase. Por ejemplo, la vaca colorada con
cierta mestización, el rastro tiende a redondearse,
es corto, yo diría grueso.
La vaca pampa, es de pezuña más larga en las patas
traseras que las delanteras. La vaca blanca casi siempre
tiene la uña torcida.
La vaca negra ordinaria como la que había en Chicalcó,
tiene el rastro cuadradito en las patas delanteras,
alargado y un poco deforme atrás.
Por último la vaquita criolla, es chiquita, pura cabeza,
más mala que tomar aguas sudando, tiene el rastro
parecido a todos menos una vaca. Se parece más al
rastro del guanaco, así medio desparramado y deforme
y no está de acuerdo con el porte del animal.
Una de las fases más difíciles para el rastreador
es saber cuánto tiempo lleva de imprimido el rastro.
Se hace necesario retroceder en el tiempo. Si éste
es oreado, si es reciente o de qué tiempo data, hora,
horas, medio día, días ó 20 días, a veces, según lo
que sea, meses.
Esta es la esencia del secreto, saber esto se hace
imprescindible, aquí entra en acción la intuición
automáticamente con la vista y el cerebro. Ah! eso
si el rastro muestra algo que elimina toda duda, en
cuanto al tiempo que lleva imprimido, pero se debe
de tener muy presente los factores climáticos del
momento y retroceder en el tiempo lo que se estime
necesario. No olvidar el lugar donde está, cómo está
y en qué clase de terreno.
Ejemplo: verano, plena siesta, en playa dura, gredosa,
los rastros son iguales (arenosa, ripio, pasto, terreno
salitroso, todos). Ese el primer cuarto; después del
meridiano ya las cosas cambian, comienzan a vislumbrarse
los rastros con más nitidez y a la entrada del sol
ya puede pronosticar con bastante acierto.
El invierno es la estación más propicia a confundir
los rastros, ya sea por helada o neblina. Se mantienen
aparentemente frescos, pero es sólo un engaño que
el rastreador conoce, es entonces cuando digo rastreador
en el tiempo, acordarse del estado del tiempo de tres
días atrás, una semana, quince días o mes. Desde ya
les advierto que no es preciso desmontar o mirar el
rastro como muchas veces se ve hoy. Lo más que hace
es detenerse y mirar, si está en dudas, gira en círculos
para verlo de distintos ángulos, nada más. Después
sale chiflando bajito hasta alcanzar alguna altura
desde donde otea.
Luego cruza en otra dirección tratando de ver nuevamente
el rastro, eso fue lo que hizo don José Sosa, cuando
el rastro de la tropilla se la confundió con el de
perdices.
Así a mi modesto alcance, explicaré las características
sobresalientes que presenta un rastro.
En una o dos horas: la tierra movida aún está húmeda
y el rastro se ve muy pero muy visible. Luego a medida
que transcurre el tiempo ya comienza a caerle tierrita,
es decir la tierra al secarse cae en el pocito de
la pisada.
Pasa el tiempo, ese mismo rastro pierde toda señal
de nuevo para ser oreado, eso puede darse en 6 horas
de acuerdo al tiempo reinante, factor importantísimo,
puede estar lloviendo, corriendo fuerte viento, mucha
luz o poca visibilidad.
Hablemos mejor de tiempo normal. Al medio día es plenamente
visible y fácil de contundir pero las huellas predominantes
han desaparecido. A la caída del sol, está totalmente
visible pero la sombra que avanza le señala das caras,
una oscura y otra bien blanquita donde da el sol,
eso permite ver las das fases del rastro y por zonzo
que sea el rastreador, verá uno aparentemente sin
alteración, en çambio al que le da la luz estará bastante
borrado ya sea por el tiempo transcurrido y verá señales
de rastros de pequeños animalitos o insectos que han
cruzado sobre el mismo, formando los rasgos más sobresalientes.
Veinte días después ese mismo rastro sólo presenta
la forma borrosa que le imprimió el animal al cruzar.
Aquí viene esa parte donde el rastreador tiene que
conocer muy profundamente los rastros para saber si
es el mismo, dos o cinco leguas más adelante.
De la jerga pajuerana al decir de un rastro:
Rastro nuevo: visible
Rastro viejo: borrado
Rastro venteado, semi borrado por viento
Rastro mojado, se ha producido entre la lluvia.
¿De cómo se rastrea? Es muy sencillo. Conozco dos
sistemas. El primero, es aquel donde la persona que
lo ejecuta sigue el rastro como si éste tuviera un
imán, dando todas las volteretas que el animal ha
hecho, éste seguro que termina más perdido que turco
en el Salado, porque da tantas vueltas que pierde
su propio sentido de orientación. No es aconsejable
ya que tarda mucho en avanzar, El segundo método es
el siguiente: supongamos que el hombre rastrea cabras.
Son animales muy andariegos de paso ligero por lo
que recorren grandes distancias en pocas horas. Se
debe tener en cuenta que por medio del rastro tenemos
que darle alcance a un animal en movimiento, de modo
que se imprime una marcha lo más rápida posible.
Se cruza el rastro para calcular el número de animales.
Se deja la rastrillada, ya sea a derecha o izquierda,
según como se presenta (a esto se le llama mano) ejemplo:
dejé el rastro sobre esta o aquella mano. ¿Saben del
por qué este modo? pues la gente, allí, pocos son
los que conocen el nombre de estas extremidades.
Sigo rastreando al galope, pero no por sobre el rastro,
porque de hacerlo a los 300 metros o menos ha perdido
todo contacto con él. Lo hago sí, dejándolo a mi derecha,
sigo al galope despreocupadamente pensando en las
vecinitas del lugar, que fulano cruzó los otros días
en esa dirección, siento curiosidad, celos y a veces
alegría que me impulsa a improvisar cualquier pavada.
Lindo tu pingo y tu pelo
más bonita tu pollera
sentarse en el pingo mío
y dejar la polvareda o polvadera.
Así de este modo sigo tomando contacto con los rastros
cada dos o tres kilómetros, sin cruzarlos por encima,
de ser preciso lo hace pasando totalmente de un lado
a otro del rastro.
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