El Oeste tiene sus encantos,
ocultos para unos, a la vista casi palpables sise
quiere para otros, la naturaleza es tan sabia y perdurable,
de ella se pueden aprender muchas cosas buenas y útiles.
De La Reforma al Oeste unas 12 leguas, hacía tiempo
que estaba metido en esos lugares, a mí la verdad
tratándose de campo soy como todo animal, me gusta.
Es decir, me siento bien, libre, dueño de todo lo
que me rodea y por supuesto también de mis actos,
esa es la idea de ese medio día. Como de costumbre
ver quien vive o deja de hacerlo y por qué razón.
Lugar bastante difícil de recorrer porque aparentemente
todo el terreno es igual, este fenómeno se da en varios
lugares del Oeste, por tratarse se planicies bastante
dilatadas. Allá lejos una pequeña depresión parecía
extenderse hacia el Sur. Un rastro grandote de puma,
llama mi atención, ah! veamos en qué cosa anda este
señor, me digo a mí mismo, porque ya el puma había
ido tomando algunas precauciones, luego de echarse
varias veces y preparar las patas como el gato, más
adelante comienza a arrastrarse, señal que la presa
está muy próxima, ya pegó un gran salto como de tres
metros, le saca pelos de un zarpazo a una liebre del
país que se escapa por rara coincidencia, sin pérdida
de tiempo la saca corriendo los primeros 500 metros
de carrera fue a muerte, de ahí en adelante la liebre
comenzó a aventajar cada vez más y más hasta que al
fin el puma viendo que la presa se iba y vencido en
su capacidad de carrera, luego de un largo salto por
sobre los yuyos se deja caer hacia la derecha para
quedar echado, cansado y con el mismo hambre que llevaba
antes. Eso sí que era lo que se llama correr la liebre.
Continúo en mi observación la carabina se empezó a
poner pesada cada vez más, al fin para qué la traje!
si no hay ni pajaritos para cazar; tiré un tiro así
como para romper la rutina del silencio agobiante
que parecía apretarme con una fuerza extraña contra
el suelo.
La pucha campos pobres! con razón...
Nada, nada que distraiga la visual. ¿Cómo nada?, ¿Y
ese lechuzón? efectivamente, allí estaba mirándome
con cierta curiosidad, casi sin pensarlo, pun, bicharraco
al suelo, corro, trato de agarrarle, aletea, se remonta
malamente, hace unas piruetas y cae, allá voy, me
está mirando con hermosos ojos amarillos, bien redonditos
y esa cara de hombre viejo y bonachón que tiene; la
herida no es mortal apenas la bala le ha cortado algunas
plumas de la primer coyuntura del ala derecha. Ahjá!
mejor es así pobre bicho, lo llevaré al campamento,
lo curo y cuando sane lo largo; voy a agarrarlo, zas,
se vuela pero cerca vuelve a caer así esta operación
se repite corno tres veces, pero como siempre volaba
en sentido que yo iba, así que yo también lo seguía,
pero en un vuelo de esos se eleva por sobre mi cabeza,
hace gambetas en el aire para desplomarse al suelo
en forma muy torpe a unos 30 metros de donde yo me
encontraba. Bueno parece que a éste se le terminó
la cuerda entonces le he pegado adonde apunté, no
podía fallarme tan feo el ojo, me jactaba mientras
iba en busca de mi presa que oh! sorpresa no veo cuando
llego al lugar. Seguro que está muerta, parecía, de
todos modos lo busqué para curioseado pero no aparecía
por lado alguno, di vueltas y vueltas y nada. Caramba!
no puede ser esto si que parece cosa de bruja. No,
yo tengo que saber qué pasó aquí, busco el lugar exacto,
aquí, aquí, efectivamente ahí al reparo de un pasto
se veía el rastro de las pisadas del pájaro pero a
su vez también había huellas como de uñas y algunas
plumitas desparramadas indicaban que algo raro estaba
pasando, aplico mis conocimientos de campo y compruebo
que a cierta distancia tras de mi, un zorro seguía
mi rastro, de modo que cuando el lechuzón se volvió
para atrás fue a parar muy cerca o casi en la boca
del zorro; don Juan no es ser de perder oportunidades.
Más con la escasez de caza que había en ese lugar.
Tal es así que las vizcachas no salían de sus cuevas
por varios días. la que así lo hacía, la que se aventuraba
a salir a más de tres o cuatro metros de la cueva
seguro moría en las garras de los pumas, esto lo comprobé
más de una vez. En ocasiones los pobres animales se
arriesgaban durante la noche hasta donde tirábamos
los desperdicios de alguna res o los sobrantes de
nuestra comida.
Todo esto también es parte de nuestra Pampa poblada
por seres en su estado natural. El hombre convive
con ellos de acuerdo a las circunstancias...
"Allí donde la fiera anida
el hombre también la pasa".
Martín Fierro
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