Ranqueles

Homenaje
al Cacique Baigorrita |
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(Por
José Iturralde)
Muerte
del Cacique BAIGORRITA el 16 de julio de 1879.
Eligió la muerte antes que
el destierro.
El
Cacique General de los Ranqueles, MARIANO ROSAS,
le dijo un día de 1870, en Leuvucó, al Coronel
LUCIO.V. MANSILLA, de visita en aquel momento."-Hermano,
cuando los cristianos han podido nos han muerto;
y si mañana pueden matarnos a todos, nos matarán.
Nos han enseñado a usar ponchos finos, a tomar
mate, a fumar, a comer azúcar,a beber vino,
a usar bota fuerte. Pero no nos han enseñado a
trabajar, ni nos han hecho conocer a su Dios.
Y entonces, hermano,¿ qué servicio le debemos?."
Y
no se equivocaba MARIANO ROSAS; el tratado celebrado
con el gobierno del presidente SARMIENTO, representado
por MANSILLA, y el mismo MARIANO ROSAS, además
de BAIGORRITA y RAMON CABRAL, no se habría de
tratar ese año en el Congreso y sería roto al
año siguiente, cuando la invasión del Teniente
Coronel Antonino Baigorria, que arrasó con las
tolderías de Leuvucó.
Muerto
ya MARIANO ROSAS unos años antes, preso su hermano
EPUMER, quién como pocos caciques de su raza,
fué irreductible defensor de los derechos de los
aborigenes argentinos, no cediendo ni a los ofrecimientos
de dinero, ni al derecho de vestir el uniforme
del ejército, sin que le dieran previamente, tierras
para sus indios; solamente BAIGORRITA, con los
restos de sus seicientos indios de pelea y sus
familias, emprendió el camino del destierro, antes
de pensar en entregarse.
MANUEL
BAIGORRIA, alias BAIGORRITA, tiene en ese momento
alrededor de cuarenta años. Es hijo del cacique
PICHUN, ya fallecido, y su nombre le viene de
su padrino, el coronel MANUEL BAIGORRIA, quién
vivió más de veinte años entre los RANQUELES,
a los que inició en la agricultura y le transmitió
costumbres sedentarias y el uso de los utensillos
cotidianos para el mejor vivir. "BAIGORRITA, es
muy aficionado a las mujeres, jugador y también
pobre, tiene reputación de valiente, de manso
y un gran prestigio militar entre los indios.
Tiene costumbres sencillas, vive modestamente
y no es lujoso ni en los arreos de su caballo",
dice de él, el coronel MANSILLA.
"Entre
la bruma de la mañana, el grupo va marchando por
la otra orilla del río AGRIO. Los milicos que
los persiguen, buscan un vado, pero con pocas
esperanzas de alcanzarlos. De repente algo sucede
entre los que huyen. Hay vacilación, y de pronto,
entre el remolinear de caballos, el minusculo
grupo pega la vuelta, se ordena, y alzando las
lanzas, con el viejo grito de pelea milenario
en la boca, vuelve a galope tendido, en su última
carga, para proteger la huida de sus familias,
esos restos famélicos y andrajosos, luego
de leguas y meses de huida"
"BAIGORRITA enfrenta su destino, que otro sería
si tuviera, delante, a un enemigo con bolas, lanzas
y facones. Pero, el tiempo histórico se ha cumplido.
El temblor metalico del telégrafo ha corrido la
voz a los cuatro rumbos, salvando en un instante
-menos del tiempo que un chasque tarda en enfrenar-
los confines de la tierra. No hay humada que diga
tanto, tan claro y tan lejos. No son las voces
infinitas con que el campo avisa los signos de
la vida y de la muerte. Nada se puede contra el
pulso electrizado del "huinca" que de esta manera
extermina a todo un pueblo , en nombre del progreso,
el comercio y la civilizacion europea.
El cacique responde a su corazón de guerrero y
le recula al destierro. No importa que sus lanceros
arruguen y lo dejen solo, arde su sangre y se
emborracha de rabia con sus propios alaridos.
Las
horas de su vida se han achicado al instante en
que, encuadrado en la mira lejana de un Remington,
baja lo orden desde la cabeza del sargento que
lo empuña hasta el dedo ejecutor que presiona
el gatillo y lo clava contra esa piedra pelada,
tan lejos del Quenqué natal, de sus montes, de
sus medanos y de sus lagunas.
El tiro que lo baja del caballo como a un pájaro,
es la rúbrica final al decreto de muerte dictado
contra esa raza indomable que Buenos Aires , al
fin, puede cumplir. "
Muerto,
presos ó fugados los grandes caciques y los últimos
combatientes, terminados los caballos de pelea,
arrasados los toldos y las sementeras, solo quedaban
en el monte, perdidos los más viejos, que eran
despenados rápidamente ni bién eran capturados
o morían solos si conseguian huir. De la chusma,
solo las mujeres en condiciones de servirle a
los soldados y los menores de ocho años, se salvaban
de ser degollados. El resto era generalmente pasado
a cuchillo, solo que al no ser enterrados, los
"relhué" enfurecidos, sobrevolaban durante tres
dias sus cadáveres, pidiendo venganza.....
...................................................................................................JOSE
R. ITURRALDE
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