Los
últimos años de Mariano han de haber sido
especialmente amargos. Cuando Mansilla baja
a los ranqueles en 1870 nos lo retrata en
un momento medianamente
apacible. Pero poco tiempo después la paz
pactada es destruida.
En 1872, el general Arredondo combinado
con Roca le dan un malón sorpresivo, en
tanto que lo habían estado engañando con
promesas. En carta al ministro Gainza. Arredondo
había hecho expresos sus planes contra los
ranqueles:
"Anteayer les mandé una comisión,
compuesta de un pariente de Mariano y otros
indios, que le llevan al cacique propuestas
de paz y compra de cautivas, y también regalos
de aguardiente, con el objeto de desvanecerles
cualquier sospecha que tenga. Espero sorprenderlos..."
Efectivamente los sorprendieron a fines
de mayo, y hubo gran matanza en los toldos.
Qué razón tenía el cacique cuando dijo a
Mansilla dos años antes: "Compadre,
los cristianos siempre que han, podido nos
han muerto".
Cuando luego vienen los requerimientos de
que se sometan de una vez por todas al gobierno
nacional, Mariano Rosas escribe al Padre
Donati (de los franciscanos que acompañaron
a Mansilla en la excursión): "digo
a usted que es imposible aceptar tales proposiciones...
Tengo en vista los sucesos anteriores. Siempre
los tengo en mi cabeza.. Yo trabajaré sin
descanso a fin de conservar la paz, pero
salir a los cristianos me es imposible,
porque todo hombre ama el suelo donde nace".
Merecería un análisis muy profundo el rol
que jugaron los sacerdotes de distintas
órdenes en los años precedentes a la Conquista
del Desierto. Los franciscanos con los ranqueles,
los lazaristas con Namucurá luego los salesianos.
Eran, ciertamente cómplices de la "gesta
civilizadora" que pretendía someter
a los indios, pero el caso es que en ese
tramo final fueron los únicos reconocidos
como interlocutores por los caciques, los
únicos a quienes creían que todavía podían
recurrir.
Mariano no participó en el Malón Grande
de Namuncurá en 1876 (aunque es probable
que alguna de su gente haya tomado parte),
pero de nada le valdría su esfuerzo por
hacer un buen papel. Cuando Alsina pone
en marcha su plan de ocupación progresiva
y el sometimiento definitivo de los indios.
Roca truena por su parte que es necesario
averiguar "qué provecho se puede sacar
de estas tribus, saber si son o no aptas
para el trabajo, o si tienen que sucumbir
como los pieles rojas en América del Norte,
a quienes tanto se asemejan, ante las necesidades
siempre crecientes de la Civilización".
La enfermedad, el destino, salvaron a Mariano
de ser testigo del holocausto final. Es
posible que haya sido a causa de la epidemia
de viruela, que desde 1874 había empezado
a hacer estrago en las tolderías ranqueles.
Alhué mapu - país de las ánimas-
era el nombre que los mapuches daban al
otro mundo, y ellos se lo representaban
como una borrachera sin. Hacia allá marchó
un día frío de agosto de 1877 el gran Zorro
Cazador de Leones (Pangui-truz-gner).
Una noticia de sus exequias aparecida en
e1 diario "La América del Sur" dice lo siguiente:
" A las 24 horas después de haber
dejado de existir fue llevado a su última
morada, acompañándolo todas indios de Ramón,
Cayomuta, de Epugner y de Bogorrita. Las
mujeres lloronas seguían angarillas en que
iba conducido por cuatro mocetones. Legado
que hubo e! cortejo al sitio que debía ser
sepultado el cadáver, varios cautivos e
indios procedieron a abrir un gran hoyo.
Mientras unos hacían esta operación otros
degollaron tres de los mejores caballos
del finado y una yegua gorda. Después de
haber concluido de abrir el hoyo se hicieron
las ceremonias de estilo. En la fosa se
sepultaron los caballo, la yegua, varías
prendas del finado, etc. Para que pudiese
emprender su largo viaje con felicidad.
Encima de todo se puso el cuerpo de Mariano
y los capitanejos fueron los primeros que
echaron tierra sobre su cadever. En ese
mismo lugar, las mujeres han pasado dos
días llorando y los hombrtes desechando
penas, es decir, emborrachándose. He aquí
cómo cumple sus deberes los hijos de La
Pampa."
Su tumba fue profanada en 1878 por la columna
al mando de Racedo, su cráneo separado y
entregado "como objeto de estudio"
al doctor Estanislao Zeballos. Junto con
el de Calfucurá sería depositado luego en
el Museo de Ciencias Naturales de la Plata,
con el nombre garabateado sobre el hueso,
hasta su reciente restitución.
Diario
"La Arena" SUPLEMENTO 1+1 "Indígenas"
- miécoles 14 de noviembre - Año 2001 -
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