La
diáspora Ranquelina, que se da conjuntamente
con el período de afianzamiento de la población
cristiana de La Pampa, hizo que muchos integrantes
del linaje de los Zorros —conocidos ya como
los Rosas— se distribuyeran en diversas
provincias o sitios de los territorios recién
conquistados. Vaya para esto el ejemplo
de Rio Cuarto, que conoció en la última
década del siglo a un Mariano Rosas decente,
oficio —obviamente— poco común en esa época
para un indígena.
Otro Mariano Rosas, que habitaba en Gral
Acha por esos años, es el principal informante
del antropólogo Checoslovaco A. Frich, para
la confección del único vocabulario ranquelino
que se conoce hasta hoy. El mismo Estanislao
Zeballos, se basa en las descripciones que
hace de la Pampa otro —joven— Mariano Rosas,
alumno del Colegio Nacional de Bs. As.,
para escribir algunos de sus libros. Santa
Rosa también contó desde su fundación —o
desde antes aún— con la presencia de un
homónimo del gran cacique que Lucio Mansilla
inmortalizara en "Una excursión a los indios
ranqueles".
El "indio Mariano", al decir de memoriosos
pobladores, fue un personaje tan ligado
a las primeras décadas de vida de nuestra
ciudad, como tan desconocido en la actualidad.
Mariano en Santa Rosa
A la hora de evocar estos primeros cien
años de Santa Rosa, creemos un deber rescatar
del olvido —junto a la figura de aquellos
esforzados primeros pobladores— el aporte
de este indígena a nuestro solar nativo.
Las primeras referencias que tuve sobre
don Mariano me llegaron a través de tradición
oral familiar durante mi infancia. Mi abuela
materna, doña Hilaría Uhalde de Sarmiento,
nativa de Santa Rosa, solía explayarse largamente
en anécdotas y descripciones ya que lo había
tratado asiduamente en su niñez. Incluso
hacia alusión a un lejano parentesco político
con una de sus hijas. Siempre terminaba
sus largas pláticas remarcando la índole
dócil y laboriosa del "cacique" y principalmente
de su hijo Marianito. A menudo recordaba
palabras de la lengua ranquel aprendidas
de labios del viejo indio.
La historia oficial de Santa Rosa no registra,
casi, la presencia de actores de aquella
lucha por la defensa de la tierra, sobrevivientes
al naufragio de su raza. Rescatarla a partir
de estas personas, servirá para afianzar
nuestras raíces.
Origen de Mariano
Uno de los más comunes errores de aquéllos
que lo conocieron e incluso de sus descendientes
directos, es considerarlo a Mariano Rosas
como a la misma persona que tratara el Cnel.
Mansilla en 1870.
Hay quien asegura que fue uno de sus hijos.
Pero no hay tal. Según sus propias declaraciones
en oportunidad de su casamiento legal, en
1906, le hijo de Eduardo Rosas y María,
cuyos nombres indígenas, según investigaciones
en otras fuentes, eran Cayupí y Nuitipán,
respectivamente.
Fue su padre capitanejo del cacique de los
ranqueles, Mariano, y pariente cercano del
mismo, aunque también existían fuertes lazos
familiares con el clan de los Baigorrita,
o sea, el linaje de los Yanquetruz. Don
Mariano había nacido en La Pampa hacia 1850
y si bien no se cuenta con referencias de
aquella época, se supone que fue un personaje
importante en su nación.
Ya vencida su estirpe, aún tenía gran predicamento
entre su gente y conservaba cierto número
de familias que lo reconocían como la cabeza
principal de aquel grupo humano. De aquella
Santa Rosa finisecular, podemos rescatar
algunos apellidos estrechamente ligados
a la aglutinante figura del patriarca ranquelino.
Bustos, Arias, Coñumán, Lucero, Millamón,
Pacheco, Curruqueo, Lazo y Millahueque son
algunos de ellos. Las libretas censales
del 20 censo Nacional de 1895 ubican a la
mayoría de estas familias afincadas en los
aledaños de Santa Rosa o en diversos parajes
o estancias cercanas al incipiente poblado,
dentro del entonces 20 departamento. Dicho
documento arroja una serie de datos que
nos muestran la humilde condición social
de los censados. En el lugar reservado a
oficios o profesiones, corroboramos que
los comunes para los varones eran las tareas
rurales (arrieros o peones) mientras que
las mujeres son registradas —no en todos
los casos— como criadas o sirvientas. En
ninguno de los casos son registrados como
poseedores de bienes raíces. |