Comunidad
Ranquel Toay
Namuncurá
El nuevo rey de las pampas
Después
de la muerte de Calfucurá, habían continuado las
idas y vueltas entre
Rivas y Namuncurá, las amenazas y las acusaciones.
Hubo maloqueos en la
frontera por incumplimientos en las entregas de
las raciones y Rivas incluso
avanzó sobre Salinas Grandes, encontrándose con
el clásico "vacío". Pero la
cosa se puso verdaderamente seña cuando Avellaneda
asume la presidencia y
pone a Adolfo Alsina como ministro de guerra.
NAMUNCURÁ
fue sin duda el digno sucesor de Calfucurá.
Aplomado, serio, juicioso, la mejor lanza.
Tenía 62 años cuando asume el mando, y a pesar
de las diferencias que haya tenido con algunos
dc sus hermanos en la asamblea sucesoria,
lo cierto es que luego gobernó en absoluto
común acuerdo con todos ellos.
Hay una muy importante biografía del cacique:
El cacique Namuncurá, el último soberano de
la pampa, del coronel Adalberto Clifton Goldney,
que, si bien tiene el punto de vista de un
militar defensor de la conquista, es muy completa
y tiene un anexo con mucha documentación.
Como dijimos, si la situación de tensión en
la frontera no había aflojado en ningún momento
después de la muerte de Calfucurá, la gota
que colmó el vaso fue la decisión de Alsina
de enviar una comisión a hacer un estudio
topográfico de los campos de Guaminí, Carhué
y Puán, para adelantar hasta allí los fuertes.
Carhué era el punto codiciado, la clave. Ya
lo había previsto Calfucurá, moribundo (y
la leyenda quiere que sean sus últimas palabras):
"No abandonen Carhué al huinca".
Conocedor de todos estos movimientos, en una
carta enviada al jefe de Bahía Blanca, en
noviembre de 1875 Namuncurá es firme en suposición:
"He tenido instrucciones de que el superior
gobierno dispone mandar una comisión de ingenieros
a examinar la naturaleza de Carhué y por este
incidente puse un poco de atención comunicándole
a todos mis caciques y capitanes, en donde
juntamente conmigo nos parece mal esta disposición
que hace por parte del superior gobierno llamando
la atención de este incidente, reconocemos
que, como todavía no nos hemos dado la mano
derecha para quedar definidos los arreglos
de paces, se ordena una disposición que agrava
a nuestro estado de los indios quitarnos el
campo del Carhué sin haberse vendido, dicho
campo se halla de esta parte de la línea de
fortines ocupado de hacienda, en que se agrava
el mal de nuesfro trabajo de la boleadoras,
siendo como heredero de mi finado padre, que
tanto ha trabajado en tiempo de la Independencia,
ha peleado en contra de los indios que no
querían ser amigos con los cristianos, estableciendo
sus posiciones en los campos que ha sabido
defender y, por ser campos heredados, los
defiendo como a el Carhué, Arroyo Sur, Arroyo
del Venado y del Guaminí y Arroyo Corto y
del Pescado, Arroyo del Sauce, que anterior
los defendía mi finado padre, y por esta causa
se ofrece dar alguna comunicación de esta
observación, comunicándole que he soñado que
los cristianos me quitaban el campo. Si en
caso estos campos que defiendo me los sacan
entonces me meteré entre los cristianos y
haré grandes daños y sabremos quién podrá
más."
La amenaza de Namuncurá habrá de cumplirse
y será terrible. Dando origen a lo que fue
el formidable malón grande de fines de 1875.
Pero veamos un poco qué pasa con los Catríel.
En carta al arzobispo Aneiros, Namuncurá pide
le gestione permiso para poder hacer visitas
al cacique Curiecú (nombre indígena de Juan
José Carriel), "porque me quieren tener
separao siendo mis parientes los de aquella
tribu". Después de la revolución mitrista
de 1874, que acarreó la horrible muerte de
Cipriano y su lenguaraz (como ya relatamos),
la elección de Juan José como su sucesor dejó
muy preocupados a los jefes porteños, que
sostenían que Juan José representaba "el viejo
espíritu indio, envidioso y desleal con los
cristianos". Pero antes de ser el cacique
desleal con los cristianos, éstos dieron el
primer paso. Por un decreto gubernamental,
se decidió sacarlos de sus campos y establecerlos
más afuera, puesto que su vecindad era "molesta"
para los otros propietarios y sus tierras
muy codiciadas. Ésta medida, y las visitas
que las comisiones de Namuncurá empezaron
a hacer a sus toldos, decidirían al cacique
a romper lanzas con el huinca para unirse
definitivamente con Namuncurá, unión que nunca
antes concretaron del todo el viejo Catriel
con Calfucurá ni tampoco Cipriano.
Diario
"La Arena" SUPLEMENTO 1+1 "Indígenas"
- miécoles 3 de octubre - Año 2001 - Pag7
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