Olga
Orozco
Por:
Sergio Kisielewsky
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La música que trasunta su poesía da la sensación de querer
interrogar a las cosas, a la realidad. ¿Es una búsqueda estética
deliberada?
- Yo conté que empecé a escribir cuando aun no sabía escribir,
cuando interrogaba a las personas mayores acerca de las cosas
que me inquietaban, de los muchos enigmas y muchos terrores
que me amenazaban. Nunca me dieron una explicación satisfactoria.
Tal vez yo fuera bastante sensitiva para cosas que no le llegaban
a los grandes ya a una altura de sus vidas. Empecé a responderme
yo misma como si hablara con alguien. Esa respuesta de las
cosas me parecían una interrogación. Con el tiempo descubrí
que para mí, de alguna manera, aunque no pretenda definirla
de ese modo sino hacer una acotación al margen, en toda mi
poesía aparece una interrogacion aunque tenga la apariencia
de una aseveración.
- Esa niña que preguntaba, después se transformó en una poeta,
en una escritora. ¿Usted cree que la poesía da respuestas
o genera nuevas preguntas?
- Da respuestas que tal vez sean nuevas preguntas. Creo que
la respuesta final no la encontramos nunca. Creo que con la
última pregunta se produce el silencio porque se roza ya la
zona de lo vedado. No tiene respuesta posible porque sería
la transgrecion suprema, además no nos estaría permitido abrir
esa puerta, no la sabemos abrir, no tenemos respuesta desde
este costado del mundo. No sabemos ni quiénes somos ni de
dónde venimos ni dónde vamos, por más que busquemos veinte
mil imágenes para esos posibles lugares. Por mucha fe que
tengamos, la imagen no la tenemos, sabemos que se producirá
una metamorfosis que nos llevara tal vez al lugar del comienzo.
- Usted alguna vez nombró a la acumulación del tiempo hacia
atrás. Dijo que atrás está el futuro.
- Es lo que explicaba a través de esa imagen de Roa Bastos
acerca de que el tiempo es circular y el universo también
lo es. Y que por eso solamente encontraremos el futuro yendo
hacia atrás, es decir que lo que parece evidencia puede ser
una visión del algo ya visto.
- Hay un verso suyo que me llamó la atención que dice : "Madre
vuelve a contar mi vida". Vuelve a rozar la temática del pasado
y del presente.
- Sí, porque de alguna manera hablé de la memoria, hablé de
lo que quise que fuera y no fue. Es como que de alguna manera
los otros, mayores, tienen una sabiduría inmensa que uno no
llega a tener y uno tiene que volver atrás.
- ¿Es como si el otro devolviera una imagen que uno perdió?
- Seguro, y además una proyección de algo que uno equivocó,
la corrección de algo que uno se equivocó al hacer para que
ese destino no fuera como debía ser.
- ¿La poesía no es una forma de corregir ese destino?
- Es una pretención de corregirlo, sí, por supuesto. Yo creo,
si no de corregirlo, por lo menos completarlo, creo que escribimos
porque nos sentimos incompletos, porque nos sentimos insuficientes,
porque no nos basta con esta realidad, de este aquí y este
ahora, este yo limitado a una sola persona, con que todo se
reduzca a una causa y a un efecto y a un tiempo lineal; queremos
transgredir todas esas cosas, sobrepasarlas.
- ¿Usted cree que en este momento en la sociedad se respeta
el oficio de poeta?
- Yo no sé si se respeta por desamparo. Creo que se respeta
por refugio como se respetan algunas sectas pero la poesía
nunca fue bien mirada por todos. Creo que siempre se vio al
poeta como un habitante de la nube, que camina con un pie
apoyado en un costado y con el otro pie en el vacio, tanteando
para dónde va a poder seguir y si encuentra el puente levadizo
podrá apoyar el pie y si no caerá. Foucault dice que la gente
en general, la sociedad coloca tal vez al poeta en el mismo
lugar que a los transgresores máximos como los violadores,
los asesinos, los ladrones.
- ¿Por qué continúa vigente el habito de escribir y leer poesía?
- Creo que la poesía acompaña a la gente, les ayuda a compartir
sus extrañamientos, a sentir que no están solos para mirar
el fondo de los abismos que se nos presentan a cada rato y
los acompaña en sus interrogaciones, en sus inquietudes extremas,
en el enigma que todos llevamos con nosotros por el solo hecho
de estar vivos. Y además les ayuda a no dormirse del lado
más cómodo. -
¿Es la condición del poeta bucar en soledad?
- Sí, seguro. Creo que en el fondo todos sabemos que así como
nacemos solos también en el trayecto por más que exista el
amor, por más que compartamos cosas a través de la amistad
siempre hay un último fondo en el que estamos solos, en el
que no podemos transmitir tampoco nuestra propia sensación,
nuestro propio pensamiento.
- Usted dijo que la eternidad es mortal para el tiempo.
- Uno hace todos esos juegos con el tiempo. Es una lucha con
el tiempo y contra la realidad pero aunque sé de antemano
que voy a ser vencida esa es mi manera de luchar. Michaux
dice que la poesía es una manera de desarmar la realidad.
- Siempre circuló en su poesía la idea de la muerte. Es como
si la muerte fuera en su obra un desafío para narrar algo,
para encontrarse a sí misma.
- La muerte ha sido una preocupación mía, hice ensayos generales
para la muerte, podría decir todos los días a cada rato. La
vida está entrecruzada con la muerte. Creo con Henry Miller
que no se puede pensar en una sin pensar en la otra. Lo contrario
de la vida no es la muerte, lo contrario de la vida es la
nada. La muerte es una continuidad que para mí es siempre
una incógnita, lo que me aterra es la posible metamorfosis,
el paso que hay después de la vida, lo inimaginable, el dónde
vamos en relación de dónde venimos. Son dos lugares para los
que tengo fe, de todos modos. El desarme de la realidad comprende
el tiempo y comprende la muerte, las dos cosas. En contra
de ellos me debato, sé que no voy a poder vencerlos, naturalmente.
- Usted escribió sobre los ríos que no se secan y lo vinculó
con la poesía...
- Con relación al tiempo pero no con relación con la poesía.
Yo no creo que la poesía termine nunca como suponen algunos
escritores, como lo supone Milan Kundera y otros que sostienen
que la poesía tiene un fin determinado. La poesía se dirije
a lo alto y a lo muy hondo, como dice Bachelard la poesía
sino dice el cielo por lo menos se refiere a las grandes alturas
y a los abismos.
- ¿Cómo manejó el tema del pudor en su poesía?
- Uno no tiene que tener barreras que lo inhiban. Uno tiene
que decir lo que debe decir. Por supuesto que no me gustan
las groserías en la poesía de la misma manera que no me gustan
en la vida cotidiana, las encuentro innecesarias. Todo se
puede manejar con delicadeza, absolutamente todo. Creo que
no hay temas prohibidos, para nada, creo que hay maneras de
decirlo todo.
- ¿Cómo recuerda hoy a Alejandra Pizarnik?
- Igual que cuando estaba viva. Lo que pasa con esa chica
es que se ha hecho mucha mitología alrededor, se cuentan cosas
fantasiosas que no son reales. Creo que tenía mucho futuro,
uno siente ante su poesía que no había una carencia, que había
una carencia en su vida por lo que dice la obra, una obra
en la que se tiene frío, se tiene sed, se tiene hambre y se
pide ayuda, yo creo que por eso ha llegado tanto a los jóvenes
sobre todo.
- ¿Cómo ve el movimiento de la producción poética entre los
jóvenes?
- A mí me parece que hay mucha efervecencia, ahora que se
destaque, que sobrenaden sobre el conjunto creo que hay pocos,
pero claro, la mayoría son muy jóvenes todavía.
Así hablaba Olga Orozco.
A su alrededor hay estantes repletos de libros y recortes
de diarios y revistas. El living de su departamento en la
calle Arenales es amplio y luminoso. Su voz era cálida y su
andar decidido. Olga Orozo nació en la provincia de La Pampa
en 1920 y falleció en el mes de agosto de 1999 en Buenos Aires.
Integró la llamada generación del 40 y luego se alineó con
los escritores surrealias.
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