Olga
Orozco
El
abismo la luz y la infancia
Por: Dora
Battistón Escritora y Profesora en Letras
Aunque
se trata de un libro de relatos, También la luz es un abismo
responde a los momentos esenciales de la poesía: trabaja sobre
nuestras emociones a partir de uma intensa y por momentos
despiadada visión que arroja el yo lírico sobre su itinerario
existencial, y por eso la narración nos atrapa en el tiempo
cronológico de sus hilos conductores y a la vez nos sorprende
en los rincones intemporales del llanto, la alegría o el miedo,
mediante esa trasmutación que opera el lenguaje sobre la realidad
para convertida en mito.
Recorriendo
sus páginas enseguida se advierte que la obra se construye
sobre una doble perspectiva: allí está la niña primordial,
Lía, que llega de los senderos, o más bien desde los laberintos
de La oscuridad ea otro sol, y vuelve a proyectarse en la
mágica región de la infancia, la casa de Toay, y a veces todo
el pueblo, más allá del cerco de tamariscos que guarda el
espacio mitológico como esa muralla viva del coro, que según
Schiller preservaba a la tragedia de toda mezcla para salvaguardar
su libertad poética; y más acá en el tiempo, el yo narrador,
con sus años y sus marcas, observador desde la experiencia
pero también a partir de la pregunta que sigue formulándose
infinitamente. La criatura sobrevive en el centro de la región
narrativa mientras por la periferia rueda esa escritura que
busca registrarla en sus gestos mínimos y hasta en aquellos
talismanes donde la mujer guardó enigmas y símbolos hasta
el momento de escribir. Doble textualidad, doble perspectiva,
búsqueda de lo que todavía no ha podido ser revelado, ni siquiera
por las palabras, o que tal vez permanece oscurecido precisamente
por ellas. El lector entiende que las preguntas siguen aludiendo
a esa zona metafísica donde anclaron desde el comienzo de
la filosofía: quién soy, quién es el otro, qué es lo que separa.
Pero en medio de la travesía se encuentra un paraje dichoso,
la posibilidad de contar, esa especie de eterno retomo a través
del viaje circular de las palabras que van decidiendo, sobre
el horizonte expandido de la memoria, los lugares, los tiempos,
la mutable identidad que tiene sus primeros indicios en esa
comarca donde la infancia sigue transcurriendo.
La narratividad de la infancia seria, acaso, el recurso más
licito para ir delimitando el territorio de los interrogantes
que atraviesan toda la obra de Olga Orozco.
Por eso tantos lectores hemos advertido que en La oscuridad
es otro sol, que continúa años después en este libro, residen
las claves de su poesla. La lírica no puede narrar,
pero si aludir en un presente puro a estas experiencias que
la prosa ha podido extraer de los yacimientos del subconciente.
Infancia, encrucijada de caminos que También la luz es un
abismo presenta como la intersección de dos miradas: la visión
de Lía, protagonista junto a Laura de los sucesos narrados,
y la perspectiva de la narradora, signada siempre por el después,
encrucijada que se resuelve en la certeza final de la unidad
de las máscaras en el rostro verdadero.
Pero mientras tanto, por los innumerables pasajes de la casa,
niña y mujer se seguirán comunicando. Todas las profecías
se cumplieron, las percepciones iniciales se han ido confirmando
en la realidad del tiempo, y sin embargo la magia no se ha
roto, la casa sigue despegando de noche sus cimientos para
conducir a sus habitantes en viajes fabulosos, las imágenes
tutelares siguen guardando el sueño, protegiendo a sus criaturas
de los peligros de la intemperie, y seguramente alli seguirá
estando el jardln, espacio donde la penuria y la tristeza
encuentran su redención.
De todos modos, no es un camino sencillo. La infancia es el
paraíso sólo si se considera que lo vamos a perder, por impaciencia
o por algún designio inexplicable. Y en la infancia, espacio
del relato, como en aquellas "novelas de aprendizaje de la
tradición literaria, todo tiene que ser experimentado de una
vez, inocente y peligrosamente, de un modo absoluto, para
que la existencia eche sus raíces en ese lugar único, mítico,
el jardín y la casa que se llevarán a través del tiempo y
de todas las otras casas, durante toda la vida.
Paraíso perdido, paraíso que contiene ya todas las señas del
porvenir, y que configura la antítesis de la memoria derrotando
al olvido, imagen en cuya claridad reside una de las cifras
de esta escritura.
También para Olga Orozco la memoria es el reino de la poesia,
el único lugar realmente situado y el instante de la permanencia.
En uno de los Diálogos de Cesare Pavese, el poeta Hesíodo
habla con Mnemosyne, su divinidad inspiradora: "Tú eres como
una madre cuyo nombre se pierde en los años...
Tienes la voz y la mirada inmortales. Eres como una colina
o un curso de agua a los que no se les pregunta si son Jóvenes
o viejos. Existen. Y las cosas que tú dices no tienen en si
mismas el fastidio de lo que acontece todos los días. Tú das
nombres a las cosas que las vuelven distintas, inauditas,
y sin embargo queridas y familiares, como una voz que desde
hace mucho tiempo callaba.
Diario
"La Arena" - Suplemento Caldenia , secc. letras
- Pag 10 - Domingo 18 Nov 2001.
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