Olga
Orozco
Autor:
Jorge Cruz
Olga
Orozco Una voz sobresaliente de la poesía contemporánea
Fue una de las autoras argentinas más importantes del siglo
"Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero",
proclamó la autora en la primera línea de un poema de su libro
Las muertes. Era entonces una joven de algo más de treinta
años, y en sus palabras, muerte y amor celebraban su antigua
alianza. En el mismo poema resumía su breve, pero intensa
historia: "De mi estadía quedan las magias y los ritos, /
unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor".
Ahora, su muerte, ocurrida en esta ciudad, pone fin a una
existencia enriquecida por los años y por una obra literaria
que hace tiempo la ha señalado entre las personalidades sobresalientes
de la poesía contemporánea en lengua española. Quedarán en
la memoria de sus muchos lectores esos versos tan suyos, extendidos
y seductoramente armoniosos, de resonancia litúrgica y misteriosas
honduras. Cabría asociarlos con los vastos horizontes y las
lagunas profundas de su provincia natal, La Pampa, lecho de
un mar de antigüedad incalculable. Para H. A. Murena, la poesía
de Olga Orozco provenía "no sólo del cerebro y el espíritu,
sino también de los pulmones, del estómago, del corazón y
del sexo, de una inspiración que hace latir en la letra escrita
la totalidad de un ser humano". En ella, como en algunos románticos
y en tantos poetas que florecieron con Charles Baudelaire,
el tono elegiaco acompaña a esa nostalgia del cielo perdido,
identificada también con la infancia, paraíso situado en el
pasado. Como en Baudelaire, también sus versos han querido
descifrar el "bosque de símbolos" que oculta los enigmas del
mundo:la muerte, el tiempo, Dios, la propia palabra del poeta.
Estos rasgos fundamentales de la poesía de Olga Orozco se
advirtieron ya en su primer libro, Desde lejos (1946), y se
confirmaron en los siguientes: Las muertes (1952), Los juegos
peligrosos (1962), Museo salvaje (1974), Cantos a Berenice
(1977), Mutaciones de la realidad (1979), La noche a la deriva
(1984), En el revés del cielo (1987), Con esta boca, en este
mundo (1994), espléndido conjunto de refinada calidad literaria.
Una serie de cuentos no menos notables se sumó a sus libros
de poemas sin quebrar la firme unidad de la obra: La oscuridad
es otro sol (1962), y También luz es un abismo (1995). Entre
La Pampa y el mar Olga Orozco había nacido en Toay, La Pampa,
el 17 de marzo de 1920. Del ambiente familiar -y de los campos
y bosques que explotaba su padre- guardaba entrañable memoria.
Constituían el paraíso de la infancia. Sus primeros años transcurrieron
entre aquella población y Buenos Aires. En 1928, la familia
se trasladó a Bahía Blanca donde la niña se aficionó al mar.
En 1936 se instaló en Buenos Aires y aquí se recibió de maestra.
En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires conoció a Daniel Devoto, a Eduardo Jorge Bosco
y, más tarde, a Alberto Girri, poetas y amigos muy queridos.
Pronto trabó amistad con Norah Lange y Oliverio Girondo, animadores
de un círculo literario y festivo en el cual se vivía y se
cultivaba el surrealismo. En 1940 integró el grupo que colaboraba
en Canto, una de las revistas de la generación del 40. Viajó
por países de la América hispánica. Una beca del Fondo Nacional
de las Artes le permitió, durante nueve meses, recorrer España,
Italia, Francia y Suiza. Trabajó en el periodismo utilizando
numerosos seudónimos, respondió a consultas sentimentales
y a cálculos astrológicos, mientras se iban acumulando distinciones
y homenajes: el Primer Premio Municipal de Poesía, el Gran
Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía,
el Premio Municipal de Teatro por una pieza inédita titulada
Y el humo de tu incendio está subiendo; el Gran Premio del
Fondo Nacional de las Artes, el Premio Esteban Echeverría
de Poesía, el Primer Premio Nacional de Poesía, el Gran Premio
de Honor de la SADE, la Láurea de Poesía de la Universidad
de Turín, el Premio Gabriela Mistral, otorgado por la OEA,
el Premio Juan Rulfo. Sus poemas- muchos de ellos recogidos
por La Nación- atraían a poetas de las nuevas generaciones,
que con frecuencia en homenajes y recitales rodeaban a Olga
y la aclamaban, atraídos por sus textos, sin duda, pero también
por su seductora personalidad y hasta por su sola presencia.
Leía inmejorablemente y, gracias a esa virtud, sus recitales
resultaban espectáculos que encendían el entusiasmo del público.
Emanaba de Olga Orozco una fuerza irresistible.Poseía una
inteligencia sutil y sabía explayarse con lirismo y ternura.
No era la suya una fantasía embrollada y caprichosa; su intelecto
limpiaba y ordenaba la imaginación dotándola de esa ejemplar
armonía propia del arte destinado a perdurar. Su obra, traducida
a varios idiomas, es una preciosa conquista argentina para
todas las letras hispánicas. Queda ahora cerrada, pero al
mismo tiempo se abre a los múltiples goces de futuros lectores.
Jorge Cruz Ceremonia íntima Los restos de la poeta argentina
Olga Orozco, fallecida anteanoche a los 79 años como consecuencia
de una afección circulatoria, fueron inhumados ayer durante
una ceremonia íntima realizada en un cementerio privado de
Pilar, provincia de Buenos Aires. Orozco murió en el sanatorio
Anchorena, de esta Capital, donde había sido internada hace
dos meses y sometida a varias operaciones, tal como informó
La Nación en su segunda edición de ayer. Siendo una de las
principales exponentes de la poesía latinoamericana, la escritora
siempre optó por un perfil bajo y prefirió que no trascendieran
sus problemas de salud. A poco de conocerse su fallecimiento,
numerosos intelectuales la recordaron. Así, Horacio Armani
subrayó su afán por "alejarse de la versificación tradicional".
Por su parte, Cristina Piña dijo que su obra "trasciende influencias".
Y Antonio Requeni se refirió a ella no sólo como a la poeta
más importante del país, sino "del idioma español".
Diario
La Nación
- fecha
de publicación 17.08.1999 |