Una
vez más...
Un recuerdo trae a otro...una persona se vuelve
“puente”...y viejas historias
– dormidas u olvidadas, vuelven a renacer,
a vincularse con otras historias, para resurgir
hechos, nombres, que adquieren dimensiones
impensadas.
Mañana fresca de
enero: una invitación para la charla.
Estamos con Zulema Andrada,
viuda de Lorenzo.
Sobre la mesa se quedan recuerdos de su
infancia en Relmo. Imágenes de campo,
aislamiento.
De pronto los 17 años.
Surge un nombre: Naicó.
Una visita a una tía...una pensión...De
pronto, el amor: Manolo (Lorenzo ).
Manolo atendía el almacén
de Ramos Generales que tenía todo,
“Casa Ríos”.
Y más tarde, los hijos, que nacieron
en ese pueblo: imagen querida, imborrable.
Cuatro años en Naicó...y la
nostalgia. Pueblo pequeño, pero con
fuerza, con ímpetu: un pueblo “formado”.
Se dibujan sus calles en ésta charla...hay
veredas. Resurgen nombres. Son los mismos
que conocimos por Lindor.
Naicó. Vida familiar y pueblerina.
Sábados y domingos de matinée
y baile.
Fiestas patrias inolvidables.
Y
siempre el tren como protagonista, como
gestor de la vida de ese pueblo.
Y personajes comunes...o la historia del
peluquero del pueblo que se volvió
loco
(al que internaron).
...o la nunca olvidada muerte del santiagueño
bandido en manos del policía López.
Son historias...historias de Naicó.
Aunque
sus cimientos cedan...y las calles estén
vacías.
Aunque sus vías estén muertas,
y sus grandes galpones solo exhalen silencio...
Naicó
está vivo en el recuerdo de quienes
lo habitaron.
Un
recuerdo vivo y querido.
La
fresca mañana de enero...ya es ahora,
mañana de cielo dispuesto a soportar
pesadas nubes de azul intenso.
De sombras se cubre el pueblo.
Todo lo indica: está por llover.
Momento ideal para reconstruir momentos.
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