Por
la Huella del Tigre
Caminos
de Nahuel Payún

Boletín
cultural de entrega gratuita
(Edición
digitalizada)
•
Recuerdos de Zulema.
Chacareros
en La Pampa
A la generación
de hoy día tal vez le resulte
difícil comprender el éxodo
de los colonos de la provincia de La
Pampa. Pero los que vivimos cerca de
ellos, desde el año 1925 en adelante,
bien conocemos su pobreza y sus zozobras
ante los fenómenos naturales
que Dios mandó sobre esta tierra,
el desamparo en que nos tuvo el gobierno
y la indiferencia total de los terratenientes
o de sus administradores.
Fueron aquellos años en que Dios
pareció olvidarse de la tierra,
azotada por pavorosas se-quías,
arena, vientos, heladas. Y se quebró
la heroica resistencia de los chacareros
de La Pampa: algunos se fueron a ciudades
cercanas, otros di-rectamente, abandonaron
el Territorio Nacional en busca de nuevas
esperanzas.
Poco después de iniciado cada
año, los chacareros roturaban
la tierra con arado de rejas, tirados
por caballos que había que mantener
todo el año. Luego, tendrían
que esperar que lo que estaban sembrando
diera su fruto a fin de año para
poder subsistir.
En esos diez meses, no tenían
más remedio que recurrir a los
almacenes de ramos generales para cubrir
sus necesidades a cuenta de la próxima
cosecha. Durante el año harían
falta alpargatas, bombachas, yerba,
azúcar, arroz... ya que en las
casas, artesanalmente, se harían
el pan, los fideos, el jabón,
los candiles con vela de pabilo, las
escobas con las ramas de una planta
que crecía en terrenos salitrosos,
llamada "cachiyuyo blanco",
o bien con rama de tamariscos. Con la
lana que las señoras hilaban
a mano, se harían las medias,
la ropa de abrigo. Con las plumas de
gansos que se criaban en los gallineros,
los cobertores.
Cultivaban las hortalizas y siempre
dejaban un lugarcito para el girasol,
que luego comían tostado, como
también las semillas del zapallo,
ricas y oleaginosas.
Si la cosecha de trigo fallaba, hacían
trueque con otros combinando cerdo,
un ternero o una potranca por alguna
bolsa de trigo, que luego de ser molida
en algún molino harinero, les
daría la harina para hornear
pan y tortas todo el año, y el
afrecho para los animales. Luego se
facturaban los cerdos (las "carneadas")
y se aprovechaba de ellos hasta el estiércol
encontrado en sus intestinos, con él
se abonaba la quinta.
Cómo verán, era bastante
gravosa la vida del chacarero y su familia,
y si fallaba la cose-cha...¿Cómo
pagar la cuenta del almacén?
¡Entregando algunos de sus escasos
bienes, y empobreciéndose cada
vez más!
Si la cosecha era buena, se pagaba lo
que se debía, se gastaba en alguna
cerveza de más, y a seguir de
nuevo... por el vía crucis de
siempre. Algunos optaban por comprar
una casita precaria alrededor de Santa
Rosa, y allí trabajar de sereno
en algún corralón, o con
la experiencia ganada por la necesidad,
compraban una fragua y una bigornia,
y montaban una herrería bajo
una ramada hecha en la nueva casa. Otros,
con un serrucho y un cepillo, hacían
de carpinteros mientras todos, mandaban
sus hijos a la escuela, quién
sabe que sería hoy de ellos y
de sus descendientes, si sus mayores
no hubieran tomado esa decisión.
Otros se fueron para siempre de la Gobernación
de La Pampa, buscando nuevos horizontes
que les permitieran una mejor calidad
de vida.
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