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• Nuestra Gente
Entrevista a Jamil Jaik "Don Yamel"

Nací en Toay el 10 de enero de 1929..., sigo viviendo en Toay desde ese día hasta ahora. Me ausenté para el servicio militar más o menos catorce meses, que lo hice en Río Gallegos, después volví y estuve en Toay hasta ahora haciendo muchas cosas.
Cuando yo me fui..., Toay había sucumbido, estaba ya casi “enterrado” del todo, habían desaparecido los comercios, la gente de campo por los años malísimos, falta de lluvia, mucha sequía, entonces la gente empezó a emigrar y Toay quedó “casi, casi” despoblado. Yo creo que en ese tiempo habría 80 casas, y de esas 80, 40 quedaron cerradas, deshabitadas por completo porque no había gente que las ocupara. La gente se fue buscando otros “lares” para poder seguir viviendo y mantener la familia...; de ahí en más me fui un tiempo a Buenos Aires porque me llamaron mis hermanos. Estuve en City Bell, me mantuve con un poco de tienda y verdulería..., estuve un año y pico..., pero me cansé y dije: “voy a volver a Toay” y me vine. Me vine buscando local, en el `46 más o menos. Estuve recorriendo el pueblo y justo estaba este local donde ahora vivo. Acá fue donde nací, acá vivieron mis padres y esa gran casualidad que yo volví a la misma casa.
Mis padres se habían ido a Buenos Aires, yo me quedé con mis abuelos, me criaron ellos hasta los cinco años más o menos. Mi padres y mis hermanos se habían ido a Berizzo, porque allá estaban los frigoríficos Armour y el Swiff.
Bueno, cuando volví, justo habían alquilado esto para un comité, entonces les planteé la situación a la gente que lo ocupaba: “que yo quería volver otra vez a Toay, pero que no encontraba local”. Así fue como me ofrecieron el lugar y ahí nomás lo acepté.

¿Cómo encontró a Toay cuando volvió?

Un poco más cambiado, un poco mejor. En ese año (`46) me instalé acá con negocio. Ya antes había tenido en otro lado, ahí donde está el asilo, viví en otra casa allá al lado de la Sociedad Italiana siendo todavía muy chico, y así cambiamos dos o tres casas hasta que vine a caer acá.
De ahí en más empecé a integrar comisiones (en distintas instituciones del pueblo: Club Sportivo, Sociedad Italiana, Asociación Española), siempre me gustó colaborar, dentro de lo que uno podía. También estuve de locutor del pueblo como diez años. Todos los actos y acontecimientos que se realizaban en el pueblo, los transmitía yo por la propaladora que teníamos en ese tiempo: empresa de publicidad V.M.A. Toay que era de Antoci, pero el no se animaba a hablar en público y entonces me tocaba a mí. Todos lo actos escolares, carreras de sortijas, carreras de caballo, carreras de bicicletas, carreras de motos; la transmisión de todo eso me tocaba a mí.

¿Se hacían muchas actividades?

Sí, si... en ese tiempo se empezaron a hacer más cosas, había más vida social, llegó más gente. Porque... no me acuerdo bien en que año pero, calculo que en el `35 o `36 Toay a lo sumo tendría ochocientos habitantes, con los años malos se fueron y quedamos muchísimos menos, hasta que después empezó a caer gente por el agua, por las casas, por los alquileres; hasta del Chaco vino gente, chacareros que estuvieron muchos años acá hasta que volvió otra vez la desgracia esa de “la seca”, se empezaron a morir animales, pasto no había, y la emigración otra vez. Y quedamos la gente que era de acá, nomás. Pero, había cuatro casas de comercio grandes, de ramos generales...

¿Cuáles eran?

Fernández Gutiérrez (España y Sarmiento), Severino J. de Paz (R.S.Peña y Sarmiento), La Casa Nueva (9 de Julio y R.S.Peña), Diez y Blanco (Italia y Sarmiento) y dos o tres casa más, todas grandes, que trabajaban mucho, tenían de todo: materiales, le compraban los productos a la gente de campo, la lana, los cueros, la hacienda; los chacareros venía con pollos, gallinas, todos productos de granja y con el carrito a recorrer el pueblo, vendían todo y después compraban la mercadería para 15 o 20 días.
Todos trabajaban, principalmente los rusos, los árabes también, los españoles. Del campo solamente venían a hacer las compras, a pagar algún impuesto, por algún trámite que tenían que hacer en el Juzgado de Paz o en la Municipalidad.
Había cuatro hoteles también, acá donde vivo yo ahora era un hotel grande (Universal), tenía corralón para guardar los carruajes, corrales para los animales, inclusive para darles pasto, agua, y acá paraban; no obstante eso cada hotel tenía sus carritos, esos que se usaban para transportar gente. Esos viajaban a la estación, traían gente, llevaban, recorrían el pueblo con la gente que venía, casi todos tenían ese medio de transporte.
Acá en esta casa, después que fuera hotel empezó a funcionar el diario “La Linterna”, con Manuel Lorenzo Jarrín, un personaje, un maestro de muchas virtudes, muy bueno...

¿Lo conoció?

Siiii, si..., en Cachirulo, por ejemplo, como todavía corría el tren era un pueblo grande con comercios importantes, el hombre era director de la escuela, viajaba en un “fortecito” que tenía, iba a la mañana y volvía a la tarde.

¿Ud. dice que acá se editaba “La Linterna”?

Acá, en este local se empezó a editar “La Linterna”, después del hotel. Más tarde se empezó a transformar en comercio: hubo varias tienditas, hubo almacén.

¿Se acuerda cómo era esta esquina de R.S.Peña y Sarmiento?

En la esquina de acá (donde hoy está la casa de fotografías) había una confitería, era muy grande, porque a las casas acá no se les mezquinaba nada, igual que donde ahora está la biblioteca. También la casa de Llorens era grandísima, para el otro lado (calle Mitre) y para este lado (calle S.Peña); después, ahí por donde ahora está Ganaderos, otra gente ya, puso algo así como una estación de servicio, con surtidor de nafta, arreglo de gomas... después ahí mismo trajeron el sistema ese del alquiler de las bicicletas. Tenían 8 o 10 bicicletas nuevas y las alquilaban por hora, era la locura nuestra; era barato, pero muchas veces vos ibas a alquilar una y no había, estaban todas alquiladas, entonces tenías que pedir un horario: -A tal hora guardame una bicicleta que vengo...- Infinidad de gente, todo el mundo andaba en bicicleta..., nos íbamos hasta la estación, después hasta la otra estación...
Después, acá en frente también había un hotel (El Progreso Francés). Viajaba mucha gente de Buenos Aires y de Toay, como era punta de riel, se iban para Naicó, Quehué, Victorica, Luan Toro, y después volvían acá para tomar el tren de vuelta. Había mucho movimiento. Acá en frente, después del hotel hubo una librería de un criollazo, Bracamonte: “La Pamperita”se llamaba. Ahí nos juntábamos a la tarde a escuchar música, tenía un vitrola de esas grandes, antiguas; nos sentábamos ahí, comprábamos alguna revistita de ese tiempo: “El Tony”, “Billiken”. Inclusive, tenía un Ford T y traía desde la estación los diarios y la correspondencia para el correo.

¿Dónde estaba el correo?

Era acá nomás, en esa casa que es de Brown, pasando lo del “Quicha” Rodriguez. Esa casa que está cerrada ahora. Ahí fue el correo muchos años. Ahí también vivió el Juez de Paz de Toay, don Jorge Brown, familiar del fundador de Toay. Este hombre fue Juez de Paz como veinte años, así que mira vos lo que duraban..., no había elecciones para cambiar. Era gente toda decente, honesta, cumplidora, buena...


¿Se acuerda más o menos cuando se asfaltó por primera vez?

No me acuerdo bien, pero del `40 para acá, el asfalto fue una gran cosa, porque acá todas las calles eran de tierra..., se arreglaban cuando llovía, se pasaba un aparato que le decían “La Champion”, con caballos y una cuchilla grande que se pasaba ida y vuelta para emparejar...

¿Se formaban muchos charcos?

Noooo..., no porque no llovía casi; el agua que se le echaba era el de la municipalidad, que siempre tuvo ese tanque ahí. El agua siempre fue abundante, a 10 o 12 metros ya tenías agua. ¡Agua buena!, si Toay se consagró por algo, fue por el agua que tenía...

¿Que se acuerda del Barrio del Sur?

Era un barrio progresista, que tenía su hotel, su escuela..., el mismo hotel después se transformó en escuela, tenía una estación de primera y había muchas casas. El Barrio Sur fue muy importante, venía el tren creo que todos los días o día por medio; guardas, foguistas, maquinistas, era como otro pueblo.
El edificio de la estación era muy bueno, era enorme, tenía todas sus buenas comodidades.

¿La llegada del tren era todo un acontecimiento, verdad?

Siiii, era una de las diversiones. La otra era ir los sábados o los domingos a dar una vuelta y escuchar la música de la propaladora. Y la llegada del tren era especial: la gente iba a ver quién venía, cuantos venían, quienes eran, si llegaban conocidos. La gente iba a la estación nada más que por ir, aparte de los que iban porque viajaban. Pero la mayoría de nosotros, tanto jóvenes como viejos, íbamos nada más que a ver la llegada del tren.


¿Qué me puede contar de la luz eléctrica en Toay?

Teníamos la usina propia. Empezaba a las seis de la tarde más o menos hasta la una de la mañana. Me acuerdo que yo me iba a tomar mate con los muchachos hasta que cortaba, media hora antes se hacía una señal bajando la luz para que quedara más o menos en penumbras unos segundos y esa era la señal para avisar que quedaba media hora nada más de luz. La locura mía era bajar la luz con una “ruedita” que había...
Las calles estaban iluminadas con unos faroles que había en todas las esquinas, a la tardecita pasaba el encargado de prenderlos... ¡Una oscuridad tremenda que había! El monte llegaba hasta acá nomás, el pueblo era este sector y un poco más afuera, en cada terreno de media manzana había una casa, y el monte estaba de acá a tres o cuatro cuadras, todo alrededor.

¿Qué profesiones había?

El lechero andaba con las vacas puerta por puerta; dos o tres vaquitas, el banquito, el tarro. Las vacas ya estaban enseñadas..., era como el carro del carnicero y del panadero, cuando llegaban a la casa los animales ya paraban solos. El panadero iba a pié con el canasto, y el carro lo seguía... El lechero paraba, uno le alcanzaba la olla –déjeme un litro, déjeme dos litros...; y el carnicero con su carro especial que tenía donde cortar la carne, como un “mostradorcito”con un calado para meter la sierra, los ganchos con la pulpa de un lado, el asado del otro; los carniceros trabajaban a la mañana nomás.
Los médicos, si vos tenías o no tenías, igual te iban a ayudar, lo mismo los farmacéuticos, que le fiaban a la gente...

¿Se acuerda cómo era la plaza? ¿Cómo fue cambiando?

La plaza fue cambiando fundamentalmente. Me acuerdo que tenía una ligustrina todo alrededor, cerrada por completo y en la mitad de la cuadra tenía un molinete para entrar y salir. Estaba toda cercada, cosa que no entraran los animales. Toda de tierra la plaza, había árboles viejos, grandes, sombras hermosas; uno iba con su familia a pasear o a tomar mate y había unos bancos largos 10 o 15 metros, tanto afuera en la vereda como dentro de la plaza.

En cuanto a la sociedad de aquel entonces ¿había gente pobre?

Siii, una pobreza inmensa, la pobreza estaba a la orden del día. Acá no había trabajo, no siendo en el monte o para las esquilas. Se veía la pobreza en las calles, los chicos descalzos, mal vestidos..., salían a pedir casa por casa..., ¡¿muchos, eh?! Lamentablemente..., muchos, muchos. Las necesidades eran grandes también.
Sin embargo, la vida social era otra. Ahora capaz que de un vecino a otro ni se miran, ni se hablan; antes éramos pocos pero más unidos. Era un pueblo muy familiar y todo el mundo cuidaba, lo poco que había se cuidaba, tanto los chicos como los grandes. Acá no había “raterías” ni todas estas cosas que hay ahora.
Nosotros hasta una cierta edad, 12 o 13 años, creímos siempre que los reyes venían y que los camellos tomaban agua; y a pesar de la humildad de muchos, siempre se las ingeniaban para jugar: se jugaba a la payana, a la escondida, a la mancha, con el trompo, con el barrilete, había que imaginar más; en fin, era una vida tranquila, la gente se dedicaba pura y exclusivamente a su casa, a sus hijos, a la escuela; predominaban los valores importantes...

GRACIAS DON YAMEL
Juan J. López


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