Por
la Huella del Tigre
Caminos
de Nahuel Payún

Boletín
cultural de entrega gratuita
(Edición
digitalizada)
•
Nuestra
Gente
Reportaje a Juan
Villegas
Acá, este era un pueblo muerto,
un pueblo que no tenía luz, no
tenía nada cuando yo lo conocí.
¿En qué año? Se
acuerda más o menos...
Sí, como no... Yo me acuerdo
cuando me dejó mi padre ahí
en Guardia del Monte (Asociación
Española en aquel entonces),
que había un maquinista que se
llamaba Falcón... y con esa familia
quedé yo pa` que me mandaran
a la escuela, tenía siete años;
de ahí pa`delante me acuerdo
todo.
En el 23`hubo una nevada grande, ¡cómo
un metro de nieve! Estuvo una semana
nevando, mató mucha hacienda,
las casas se desmoronaban por el peso.
Después, por ejemplo... de acá,
de las quintas ya se han borrado los
dueños; se han muerto, las han
dejado,... ¡y los pozos!, porque
en ese tiempo estaba a dos metros el
agua y ahora se fue a veinitantos metros.
Cuando yo tenía siete años,
Delarada era portero de la escuela 5,
y después entraron los hijos
que se jubilaron todos ahí, así
que... calcule que tenía yo siete
años, ahora tengo noventa y dos,
son un montón de años...
Me acuerdo que me disparé de
la escuela una vez,... y me quiso atajar
a la salida el finado Delarada,... era
rengo era... ¡¡¡y
que me iba atajar!!! Le hacía
una gambeta y pasaba como bala. Yo estaba
cerquita, en ese tiempo había
un médano bárbaro ahí,
y una huella nomás. Y la pirámide
esa ya estaba...
¿Ya estaba, verdad? ¿Era
toda de ladrillos?
Sí, de ladrillos. Ahí,
una vez perdió... ¿la
conoces a la Chabela Brown?...
Si... ¿la hija del fundador?
¿Y al Lito (Italo) López?...
Ese era el marido.
Bueno, cuando el andaba de novio con
esta muchacha, trajeron la pianola nueva
e iban a ensayar ahí (a la escuela
5), y bailaban en el escenario..., y
una vez la Chabela perdió un
prendedor de oro que le había
regalado Lito López; era un medanal
bárbaro hasta la esquina de la
plaza, ¡todo médanos, arena,
arena suelta!, no había regador,
no había nada... el primer regador
que hubo acá fue cuando se plantaron
los eucaliptus, esos que arrancaron
después, esos los plantó
Luis Tinelli, se hicieron unos eucaliptus
bárbaros...;y así que
vino y nos buscó a nosotros (Chabela),
a mí y a Félix, mi hermano,
pa`ayudarle a buscar el prendedor de
oro ese;... y ahí andábamos
en la arena por donde había pasado,
y por ahí vio Félix que
alumbraba una cosita... ¡¡¡el
prendedor!!! Paaaa, lo llevamos, vivían
en frente de la plaza ellos, los Brown;
nos dieron café con leche y un
peso todavía..., de recompensa.
¿Me decía que no había
luz en el pueblo?
No, no había nada... se subían
por una escalera y prendían un
candil, esos cuadrados que venían
antes. Acá, después del
45` recién trajeron los primeros
autos; yo compré el mío
en el 42`, en Luan Toro; los otros eran
el de Mariano Diez y el de Antonio Diez,
el último dueño de La
Asturiana, que tenía aserradero
y todo ahí. El mecánico
que teníamos era Baiotti...,
Baiotti viejo, el padre de Hugo.
A Mariano Diez se le rompía un
Ford T y los dejaba allá en la
chacra, estaban enterrados los Ford
T; a los únicos que nos daba
repuestos era a mí y a Federico
Lehr. Precisábamos un repuesto
y allá íbamos a buscar.
Una vuelta fueron unos que se enteraron
que allá había como tres
o cuatro Ford T tirados:
-Pucha, me han dicho que acá...
-Sí, si ahí están.
-Paaaa, pero mire como los tiene...
enterrados, ahí se pican todos.
-¿A usted le interesa comprarlos?
-Sí, sí..., por eso venimos.
-Bueno..., vayan y véanlo a papá,
pero no le vayan a decir eso porque
los va a echar a la m... y no se los
va a vender.
No hicieron otra cosa:
-Don Mariano, estuvimos mirando los
Ford T..., ¡que lástima!,
se le echan a perder así como
los tiene.
-¿Ah sí?, ¡no se
los vendo!, mándense a mudar.
Los echó al carajo... lo bien
que hacía. Esos eran hombres
que piensan que saben más que
los otros, pero ¡¿que se
tienen que andar fijando?! A Don Mariano
había que irle con humildad,
a nosotros nos daba lo que quisiéramos
quisiésemos, sacábamos
repuestos, pistones...
¿Usted conoció la estación
del sur?
Sí..., si he viajado a Acha
en el tren con mi padre. Eso era todo
de los ingleses, los manejaban los ingleses
a los trenes en ese tiempo, hasta que
después los compró Perón.
A los trenes los rompían ellos
adrede pa`que cambiaran, cuando salió
la máquina Diesel, entonces los
mismos empleados paraban el tren por
todos lados, lo paraban adrede pa´llegar
atrasados y decir que las máquinas
andaban mal, y que esto y que lo otro...,
¡mentira! Es que querían
cambiar por la Diesel. Una vuelta empezaron
a decir que el piso no les resistía
y entonces entraron a sacar los durmientes.
¡Que no van a resistir!, si yo
he trabajado con esa madera que pusieron
los ingleses. Dos metros de largo por
cuarenta centímetros de ancho,
¡una madera, un quebracho durísimo!
Hizo m... todas las sierras pa`cortar
y calzar los pozos allá en Victorica,
hasta que se dieron cuenta nos dejó
sin sierras, después cuando se
avivaron ya no cortaban nada, nos dejó
sin sierras.
Allá en el sur estaba Prado con
el hotel..., yo era correo en Chapalcó
y pagaba la estancia, venía una
vez por semana y paraba en el hotel,
la cartera la llevaba al correo y ahí
quedaba bajo llave.
¿Se acuerda cómo era
el barrio del sur?
Si, había mucho movimiento,
había una escuela también
(escuela 62), había casas grandes,
la casa de Luis Crespo todavía
está. El hotel que era grandísimo,
todos los hoteles que había acá
tenían pa`los caballos,... forrajes,
quién los atendía y todo.
Uno iba, paraba en el hotel, desensillaba
y del caballo ya se hacía cargo
el empleado.
Don
Villegas, ¿que cambios nota entre
la gente de esas épocas y la gente
de hoy en Toay? ¡Todo!...,
todo, todo; la familia era muy unida.
Estos robos que hay hoy, ¡esas
raterías, esas corrupciones...,
no existían! Antes los padres
dominaban a los hijos sin maltratarlos,
¡el respeto que tenían!:
¡si señor, no señor!,
no iba a sentir usted que se pasaran,
¡si señor!, ¡no señor!
con cualquier persona.
Nosotros deberíamos ser cuatro
hoy, teníamos como un escritorio
de madera, así que de mayor a
menor todos en fila, los cuatro a hacer
los deberes, lo primero que te decían,
¡y parados! nada se sentarse tampoco.
En la mañana, a tirar agua del
pozo pa`lavarse la cara. ¡Agua
recién tirada!, por que el agua
del pozo en este tiempo (invierno) está
tibia, y en el verano está fresca,
¡cambia, cambia mucho!... y los
viejos se guiaban por eso; por eso,
por las estrellas, el sol... conocían
todo: los luceros, la cruz del sur y
en fin... yo las sabía todas,
pero ahora me da trabajo pa`recordar
bien las señales de la tierra.
¡Noooo, ahora ha cambiado terriblemente!...,
antes las verduras poco se conocían,
porque no se dedicaban a eso, pero si
por ejemplo la mazamorra, cada cuál
tenía un mortero pa`pisar a mano,
eso era pa`la mazamorra, el locro, la
cascarilla, lo que fuere;
lechero hubo siempre, acá hubo
varios... y carniceros igual, panaderos
también.
Había almacenes, por ejemplo
Moretto, un viejo que había por
allá al lado de la estación,
ahí paraban los ferroviarios
(13 de Caballería y Balcarce).
El salía con un carrito con mercadería
pa`vender; otros almacenes eran La Casa
Nueva, La Asturiana y Zapico.
Juan
J. López.
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