INSTITUCIONES
Gobierno
Municipalidad
Educativas
Escuela Nº 5
Escuela Nº62
I.T.E.S.
Escuela Valle Nereco
U. Educativa Nº28
Colonia Chapalcó
Deportivas
Guardia del Monte
Sportivo Toay
E. Coreográfico "Arte"

EVENTOS
Posta Mariana Juvenil

SERVICIOS
Horario de Micros
Teléfonos y Direcciones

Guía Turística
Encuestas
Fondos de Pantallas
Postales
Libro de Visitas

ENFOQUES
Escudo
Geografía
Historia
La Pampa

Toponimias

CULTURALES
Casa Museo O.Orozco
Biblioteca Monumentos Escudo Poetas Fotos

PUEBLOS

Cachirulo
Naicó

Comunidad Ranquel

Vascos en La Pampa


PERSONAJES
Lorenzo Jarrín
Tomás Domínguez
Patricio Fiorelo
El Negro Castellanos

El Pobre Viejo

EVOCACIONES
Desde Córdoba
Viejos Oficios
¡Aquellos Juegos..!
Fotos en Sepia

Amarillos y Ocres


NOTICIAS
FM "Ciudad"
Recortes de periódicos
Efemérides


OTROS
El Archivo
Links
Indeseables
Créditos

La Familia
Distinciones

Por la Huella del Tigre
Caminos de Nahuel Payún



Boletín cultural de entrega gratuita
(Edición digitalizada)

• Con sabor a nostalgia
Relatos del narrador anónimo...
                                                                                                                               Parte Primera

Ya no quedan almacenes. Hoy se llaman despensas o supermercados. Pero el almacén impuso una "personalidad" a una época comercial, que se extendió por medio siglo o más. A partir de la segunda mitad del presente, comenzaron a languidecer. Todavía, en algunos pueblos del interior de La Pampa, queda alguno.
Construcción antigua; piso generalmente de madera, sostenido por "tirantes" también de madera que cruzaban por debajo, de cimiento a cimiento, dejando un espacio hueco; largos mostradores; ventanas y puertas de dos hojas, angostas, a las que los rigores del clima hacían perder el color y consistencia; gruesos picaportes de hierro o acero que se levantaban y bajaban al abrir o cerrar; cajones cerrados de madera, de amplias tapas superiores, en los que se almacenaba yerba, azúcar -terrones, que ya no se ven-, porotos, sal -fina y gruesa-, garbanzos, clavos, tornillos, caramelos, arvejas... Comúnmente el local tenía forma rectangular o forma de ángulo recto si estaba en una esquina. En él, el cliente se proveía de algún fiambre, queso, ropa -también solían tener tienda-, botones, hilos, velas, faroles, herramientas -palas, azadas, martillos, tenazas, rastrillos, escobas, sogas y cadenas-. En muchos casos, algunos productores rurales podían vender allí sus lanas, cueros o granos, ya que también acopiaban "frutos del país". El vino, el azúcar y la yerba, se vendían "suelto"... Es decir, que el comercio compraba por cantidad -vino en barriles, yerba y azúcar por bolsas-, y luego -envase o balanza mediante-, se expendía a la gente, en las cantidades solicitadas.
En el almacén se encontraba de todo. De todo cuanto, en aquellas épocas, primera mitad de siglo, era requerido para el sustento o los "vicios" (tabaco, papel de armar cigarrillos o naipes).
Algunos de estos comercios, tenía "Anexo despacho de bebidas". Algunas mesas diseminadas para una partida de "truco"... y entonces, ya alcanzaba jerarquía de "boliche".
En su mayoría contaban con "sótano" u otras dependencias, donde se acumulaba la mercadería a "granel".
En este tipo de negocios, de movimiento comercial importante y numerosa clientela, no podía faltar el "corralón". Allí, en compartimientos abiertos o cerrados -o de ambas características- se guardaban los cueros y los granos o la lana, alambres, postes y varillas para alambrar los terrenos o los campos, y también se guardaba el carro y el caballo -o alguna Ford A-, con la que se hacía el "reparto" a domicilio de los clientes importantes, que adquirían mercaderías en cantidad, o cuya antigüedad en la transacción con la Casa, otorgaba derechos a ser abastecidos en sus propios hogares.
En Toay, de los que yo recuerdo por vivencia propia-, florecieron "La Casa Nueva", la "Casa de Paz" y la "Casa Zapico".
De la casa Nueva -9de julio y Saénz Peña- solo su esquina que era el acceso principal, la persiana cerrada de una de sus vidrieras y una ventana que conserva su reja, sobre 9 de julio, son hoy el único resabio de su fachada. El resto, ha sido refaccionado. Por otro lado, la casa de Paz -Saenz Peña y Sarmiento-, está igual, aún cuando cerrada desde hace décadas. En cuanto a la "Casa Zapico" -Sarmiento y España- también ha sufrido modificaciones.
En todas ellas trabajaron - en distintos niveles de responsabilidades- distintas personas, de los cuales recuerdo: por la Casa Nueva, a Horacio del Campo, Ignacio Chavarri, Bernardo Arroyat, Sarita Ingrassia y Merenciano Maidana; por la Casa de Paz a "Guito" de Paz, al "Gallego" César y al "Flaco" Agüera; y por la Casa Zapico a "Tito Martínez, Marciano Andrada y Juan Agüera. Tal vez, hubo alguno más. Pero solo hasta ellos alcanza mi memoria. Conocía a todos ellos y la mayoría, afortunadamente aún viven, aunque algunos no ya en mi pueblo.
La estructura de los edificios era más o menos similar, aún cuando unos tenían sus paredes revocadas por fuera, y otros no. Los ladrillos estaban asentados en barro en su mayoría -por esos tiempos, eran pocos los que construían con cemento y cal-, y además tenían cielorrasos de madera o bien el techo de chapa quedaba a la vista. Otra forma podía ser que bajo la chapa, se colocaban ladrillos sostenidos por tirantes de madera. Una "mano" de pintura a la cal, vista desde abajo, brindaba al techo un aspecto más "jerárquico". Además resultaba más fresco en verano, al aislar la chapa, siendo más templado el ambiente en invierno, evitando el molesto "goteo", que se produce en el metal como consecuencia de la diferencia de temperaturas del interior y el exterior.
Para pesar la mercadería, solían utilizarse balanzas de dos platos: en una se colocaba una pesa (o varias), con la medida establecida, y en la otra el producto reclamado por el cliente.
Alguno -como la Casa Nueva- vendía combustible. Este comercio era agente YPF. La nafta llegaba en tambores, y el contenido era volcado en depósitos subterráneos, al pie del surtidor ubicado sobre el cordón de la vereda. La tarea del expendio del combustible, era manual, mediante una palanca de bombeo. En la parte superior del surtidor -de unos dos metros de alto-, estaba colocado un depósito de vidrio que al llenarse, se hacía descargar en el recipiente o vehículo al cual había que abastecer, y la operación se repetía tantas veces fuera necesario, hasta completar el cupo de la venta o litros solicitados.
Los almacenes "fuertes" poseían caja registradora. Otros, solamente un cajón donde se guardaba el dinero, y con el cual se realizaban las operaciones "de contado" del día. Al mediodía o al cierre, se efectuaba el "recuento de la plata", que se entregaba en la oficina administrativa o "escritorio", como se usaba llamarlo.
En los comercios en donde solamente trabajaba el dueño y su mujer o sus hijos, las anotaciones iban a un cuaderno común, o se anotaba en papeles sueltos.
Las estanterías -que eran de madera- estaban abarrotadas de distintos productos.
Las cuentas se arreglaban -en el caso de los clientes rurales-, a fin de año, después de las cosechas... o cuando quedara bien. No había problemas de inflación, de cuentas bancarias, ni de especulaciones a las que hoy estamos acostumbrados... La plata valía siempre igual... Y la honestidad y la palabra eran más garantía que en estos momentos un documento o un contrato.
Dentro de este tipo de comercios, todo era calmo y abúlico. Solo se alteraba por la presencia circunstancial de algunos personajes muy característicos, cuya jocosidad o especial forma de ser y de hablar, modificaban la "beatitud" del clima que se respiraba habitualmente.
Al cierre de horario -como en el caso de la Casa Nueva-, pesadas persianas de chapa acanalada transversalmente, caían hasta el suelo, previo ruidoso descenso. Por una pequeña puertita, a la que se aseguraba con llave, se introducía al interior -o salían al cerrar-, los encargados de clausurar o habilitar la jornada de trabajo.
Casi todas las veredas eran de tierra. Pocas de ladrillo. Sobre el cordón -o por donde este supuestamente debía estar-, añosos árboles -comúnmente paraísos-, regalaban su sombra en el estío.
Un número importante de clientes -de almacenes y "boliches"-, concurría a caballo o en carruajes (sulkys, carros o "chatas rusas"), a efectuar sus compras, o a pasar un rato de ocio y compartir alguna copa o una partida de naipes. Durante la espera, los animales eran asegurados a palenques o a argollas aseguradas al piso, o bien a la rama o tronco de las distintas especies vegetales con que las calles se encontraban flanqueadas. Los más precavidos además de atar al animal por las riendas, colocaban maneas en sus manos. En especial, si el "pingo" era un tanto "asustadizo" o nervioso.


| Portada | Contacto |


| Inicio |







Subir
  Los textos, dibujos y fotografías que aparecen en este website están debidamente autorizadas para poder ser publicadas en el sitio. Quedando de esta forma prohibida cualquier reproducción sin el permiso explícito de los sus autores. © 2000-2005 COPYRIGHT