Por
la Huella del Tigre
Caminos
de Nahuel Payún

Boletín
cultural de entrega gratuita
(Edición
digital)
•
Regreso a Toay
por
Rodrigo Fernández Córdoba,
Noviembre de 2005.
Regresar
a Toay implica acercar las imágenes
de la memoria al contexto mágico
de un presente pleno de historias que
permanecen latentes detrás de
cada una de las puertas que se van abriendo
a los afectos. Las calles anchas y rectas,
ayer tapizadas de arena, bajo el sol
de los estíos desorbitados parecen
enmarcar el escenario de los encuentros
nostálgicos con sabor a infancia
lejana.
Toay contiene la dimensión infantil
de los descubrimientos y el asombro,
con la métrica de la inocencia,
por pertenecer a la geografía
de los confines infinitos. La irrealidad
se asoma el imaginario balcón
sobre el Bajo del Triángulo,
en un punto en donde la planicie comienza
a descender por las escalas del valle
hasta que un trazado de pinceladas rojizas
emerge del suelo buscando lejanías
entre las nubes quietas de un crepúsculo
pampa. Es la inmensidad bajo un cielo
increíble... amén de los
soles, los vientos, los arenales...
dibujados con el lápiz ilimitado
en manos de la Creación.
Toay es la carraspera infernal de las
chicharras, junto a la alegría
voladora de las mariposas amarillas
sobre un mar de reverberos, en una siesta
de tunas y sandías.
Toay es el aroma del pan recién
horneado en la panadería de Losada.
Puedo jurar que Toay está en
la ruta de los Reyes Magos que vienen
de Oriente, montados en camellos invisibles,
porque éstos tomaron el agua
y comieron el pasto que les había
dispuesto la ansiedad, durante una noche
de insomnio intermitente.
Toay es el tobogán impecable
de los médanos después
del asalto de los vientos y es el gemido
dolor de una paloma desde la rama desnuda
de una acacia.
Toay es la pieza del amigo inolvidable,
un rincón abrigado para la lectura
de textos censurables... un foro para
el debate de filosofías incipientes...
una mesa de truco y mate amargo... cuna
y sepulcro de rebeldías descartables...
ámbito de instancia extrema para
apurar obligadas inevitables secundarias
ecuaciones algebraicas.
Toay es la postal indeleble y aún
vigente, de una esquiva falda celeste
con un primoroso volado en el ruedo
y un cinturón ancho para atrapar
la brevedad de una cintura... que lleva
arrastrando tras de si la bancarrota
de un imposible amor adolescente.
Toay será por siempre la suma
de toda la tristeza en una imagen única,
tan querida y tan frágil, caminando
el centro de la calle al lado de un
desgarbado tierno perro negro.
Una
mañana, hace ya demasiado tiempo,
el destino dejó a mi espalda
las calles de arena . cruzando el boulevard,
las hojas de los eucaliptus que agitaba
la brisa, dijeron su adiós.
Me volví hacia la casa que se
quedaba con los árboles y la
soledad, apenas visible con la claridad
indecisa del amanecer.
Sentí frío y apuré
los pasos para abreviar la despedida.
Marzo marcaba el fin del verano y yo
me estaba yendo.
Pero nunca me fui.
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