Por
la Huella del Tigre
Caminos
de Nahuel Payún

Boletín
cultural de entrega gratuita
(Edición
digital)
•
Recuerdos de Zulema
Por
Zulema Ormaechea
En tiempos no muy lejanos,
cuando a La Pampa no habían llegado
aún las cosechadoras, el trigo
llegado a su madurez se levantaba con
espigadoras.
Estas eran tiradas primero por caballos,
luego con motores a vapor.
Tenían un molinete que segaba el
cereal casi a ras del suelo. Luego por
medio de unas lonas en movimiento lo elevaba
a una altura conveniente, desde donde
caía a una chata con "gallinero"
(otros lo llamaban "catre")
que se movilizaba, también tirada
por caballos, a la par de la espigadora.
Se llamaba gallinero, a una jaula de madera
abierta por arriba que se colocaba sobre
chatas playas.
Desde las chatas, los horquilleros descargaban
el cereal en las parvas.
Estas eran enormes montañas de
paja con las espigas llenas de granos.
Solían tener hasta veinte metros
de largo, por tres o cuatro metros de
ancho y altas como lo permitía
el horquillado desde el gallinero de las
chatas.
Pero el emparvador, poseía el arte
para darles la forma.
La paja con sus espigas tenía que
estar bien apisonada desde su base, para
que no se volaran con los vientos, tan
frecuentes en estas tierras.
Esta era tarea de los pistines, que ya
venían trabajando desde los gallineros,
compactando la paja con los pies. Al finalizar,
le daban una caída para que no
penetrara el agua de lluvia.
Los pistines eran, en general, muchachos
jóvenes que no se cansaban de saltar
y brincar sobre el cereal horquillado
desde los gallineros. En la parva, el
cereal se conservaba meses y meses, hasta
que se utilizaba como forraje. | Portada
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