La tierra de rastrilladas ranqueles
donde descansan los restos del legendario
cacique Mariano Rosas es el escenario
elegido para festejar el nuevo año
indígena. La rogativa dura
toda la noche y se celebra la llegada
del nuevo año con la salida
del antú, sol, para los originarios
de la tierra.
La bisnieta del platero Ramón
Cabral, Nati Cabral, dice estar
emocionada ante el encuentro más
importante de los aborígenes.
"Esta es nuestra fiesta, nuestra
reunión con nosotros mismos,
y hoy especialmente con distintas
generaciones de jóvenes pampeanos
y de otras provincias que se han
acercado hasta aquí para
acompañarnos", expresa.
"Necesitamos que nuestra cultura
continúe, nuestra historia
y nuestra lengua. Los aborígenes
somos marginados en esta sociedad
y creo que es tiempo de decir basta.
En Santa Rosa estamos por conformar
una Secretaría de Derechos
Humanos del Aborigen, para que se
respeten nuestros derechos. Sufrimos
seguidillas de atropellos, y necesitamos
respaldarnos y hacer valer nuestros
derechos. También se suma
la tarea educativa para conservar
nuestra lengua, para que esto tan
bello no muera", indica Cabral.
Ana María Domínguez
Rosas es quien dirige la ceremonia
ante el "rehué",
un palo de caldén. Allí
se pide por la salud, trabajo y
buenas cosechas. "En esta oportunidad
pedimos por trabajo de nuestros
hijos, por el buen trato y por nuestros
derechos, ya que sufrimos la quita
de tierras. También hacemos
una reunión únicamente
con los lonkos de las comunidades.
Ahí se vuelcan cada uno de
los problemas que tiene para poder
darle una solución",
dice.
A las doce de la noche, al cierre
de esta edición, se iba a
encender el fuego sagrado. “Con
el sonar del cultrún se bailará
el choique purrún",
dice Luis Dentoni, lonko de la comunidad
Yancamil de Victorica.
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