El 25 de mayo de 1879 el general Julio
Argentino Roca, junto con sus efectivos de la Primera
División Expedicionaria, celebraban la llegada
al río Negro y la ocupación del Choele
- Choel. Una extensa y rica región acababa
de ser incorporada al territorio nacional argentino;
llevándose la frontera hasta dicho río.
En pocos años se complementaría la ocupación
de la totalidad de la región patagónica.
La tarea llevada a cabo bajo la dirección de
Roca es conocida en nuestra historia con el nombre
de Conquista del Desierto, un nombre que encierra
en sí mismo una contradicción. De hecho
a un desierto no es necesario conquistarlo, simplemente
se lo ocupa. Y, sin duda tanto en el aspecto geográfico
como en el humano, el territorio conquistado no era
un desierto.
La topografía era, y es, de sierras, montes
de caldén, bosques de pehuén y valles
con sus ríos, lagos y arroyos, y éste
era el hábitat de una numerosa población
aborigen.
En el siglo XIX el aborigen no sólo ocupaba
y controlaba grandes porciones del territorio sino
que se relacionaba con el hombre blanco1 a través
del comercio. Y esta actividad fue el punto de partida
para un intercambio recíproco, entre ambas
culturas, de hábitos, usos y costumbres. De
este modo el aborigen fue una presencia constante
y significativa en la historia argentina.
Aun así persiste en nuestros días la
idea de un vasto y misterioso desierto ocupado por
algunas bandas nómades de crueles salvajes.
La figura del indio ha sido eliminada en la conformación
de nuestra identidad nacional y los grupos sobrevivientes
a nuestros días ocupan un lugar de total marginalidad
y lamentable ausencia social, económica y geográfica.
Si cambiamos la perspectiva y observamos lo ocurrido
desde otro lugar, la gloriosa conquista se convierte
en un auténtico acto de genocidio.-
1 - El término blanco está
usado en estricto sentido cultural, no encierra connotación
racial.