En un corto galopito
a Toay me voy a arrimar,
como queriendo avivar
tizones de aquel fueguito.
Sé que ni bien pegue el grito
vendrán para estar conmigo,
y para darme un abrigo
en el fresco atardecer,
como lo hicieron ayer
todos mis buenos amigos.

De las nubes bajarán
los que se fueron temprano,
desde este pago sus manos
los otros me tenderán.
Y yo a todos en mi afán
contento voy a abrazar,
queriendo significar
que los extraño un montón,
y nunca en mi corazón
sus nombres van a faltar.

El “Colo” Giúdice va
arrimándose primero,
Miguel Crespo, mi aparcero,
también llegando ya está.
Eduardo Iémolo ya
le dice al “Cacho” de Paz,
que no se demore más
porque el encuentro ya empieza,
y alrededor de la mesa
se agruparán los demás.

Osvaldo Rivas pregunta
el “Rulo” Urdaniz opina,
y junto al “Chiche” Molina
los Zelarrayán en yunta.
Huguito Lobos despunta
sus vicios de cazador,
y mira si al resplandor
del reflector que sostiene,
por el rastro no viene
algún ciervo de mi flor.

Hugo Hergenreder se acerca
para pedirme un consejo,
y yo mirando a lo lejos
recuerdo esa historia terca,
que nos toca tan de cerca
y que jamás comprobé,
tan solo encontré un no sé
cuando busqué la respuesta,
si encaro firme la cuesta
algún día la subiré.

El Horacito García
uno de los que se fue,
llega con René Canhué
al ver la presencia mía.
Miramos hacia las vías
y en ese vasto horizonte,
divisamos los aprontes
para el partido del día,
del “Buby”, otro García
pues juega Guardia del Monte.

Vienen el “Negro” Lorenzo,
también el “Pilín” Fernández,
y en otros amigos grandes
aunque no los vea, pienso.
El listado es muy extenso,
habría que nombrarlo en prosa,
buscando no sé que cosa
me dan ganas de volver,
y el pingo empieza a correr
pal`lado de Santa Rosa.-