Hace solo un mes, la Unión
Mundial para la Naturaleza (UICN) hizo pública
su Lista Roja de Especies Amenazadas. El principal
motivo de la edición año tras año
de esta lista es alertar a la población y aún
más a los mandatarios políticos de todas
las naciones, a tomar conciencia sobre los graves
problemas que está causando sobre el normal
desarrollo de las especies la actividad humana. En
nuestro país la Fundación Vida Silvestre
(FVSA) explica que “esta lista es global y a
escala mundial lo que no siempre refleja la gravedad
del estado de conservación de la biodiversidad
a nivel de cada país. Así, una especie
puede estar “bien” a nivel mundial pero
semiextinguida en uno o más países.
En la Argentina, por ejemplo, es el caso del yaguareté,
el águila harpía, el delfín del
Plata, el aguará guazú y el oso hormiguero
(símbolo de la Fundación), que no figuran
como especies amenazadas a nivel mundial, pero que
localmente están en estado crítico.
De hecho, ya se han extinguido de muchas provincias”.
El listado de especies argentinas que se encuentran
en distintas categorías de preocupación
es el siguiente:
“Extintas”: el zorro-lobo de las islas
Malvinas y un insecto prácticamente desconocido
para la enorme mayoría de los argentinos, el
coleóptero acuático de D’Orbigny
(Ranthus orbignyi).
“Extintas en estado silvestre”: tres especies
de caracoles de los rápidos de Apipé
(Corrientes).
“En peligro crítico”: la rana de
la meseta de Somuncurá, el pino Paraná,
el pato serrucho, el chorlo polar.
“En peligro”: el alerce, el palo rosa,
el huemul, el gato andino, la ballena azul y el cardenal
amarillo.
“Vulnerable”: el tatú carreta,
el tiburón espinoso, la loyca pampeana, el
tapir, el pájaro campana, el pudú, la
tortuga terrestre, el flamenco andino, el ciervo de
los pantanos.
Según teorías científicas
nuestro planeta, al ser el único hasta ahora
conocido con la condición de poseer vida, presenta
la característica de “tender o fluir
hacia al equilibrio”. Está de más
decir que nunca llega a tal por los continuos cambios
que la “vida” misma genera. Lo que estas
teorías establecen es que la intervención
exacerbada del ser humano sobre el planeta, ha generado
en los últimos siglos un proceso de “convulsión
planetaria profunda”. Este proceso origina,
a su vez, que la Tierra responda de una manera “estrepitosa”
para contrarrestar dichas intervenciones humanas.
Esta “contra fuerza” sería la causante
principal de los graves cambios climáticos
que están ocurriendo actualmente, poniendo
en “riesgo” la misma vida del ser humano.
Recordemos que el hombre puede destruir en muy poco
tiempo algo que a la naturaleza le llevo millones
de años de adaptación crear y que es
factible que una vez causado el daño le sea
imposible volver a “crear”, como es la
extinción de un animal o una planta. Vale aclarar
que existe un sinfín de comunidades humanas
que desarrollan sus actividades en forma armónica
con el medio ambiente en donde viven; es el caso de
comunidades aborígenes, permacultores (donde
todo debe fluir), granjas ecológicas, etc.
Aunque la “globalización” establezca
que esto no tiene razón de ser, en un mundo
donde “el mercado manda”. A mera acotación
de quien escribe pienso que nuestro paso por la Tierra
tiene una razón de ser si con pequeñas
actitudes ayudamos a hacer un bien a la ecología
mundial, aunque esto implique salirnos del estado
de “comodidad” que nuestro “sistema”
genera. Tampoco debemos caer en el pensamiento retrógrado
de que “todo esta perdido”, aún
hay mucho por ser y por dar.-