La ginebra tiene su poesía.
Quien lo dude, que escuche a Luca Prodan. Nadie como
él entendió el mandato vinílico
de la bebida blanca. Él recorrió los
antros sagrados, cada uno de los bares, este y aquél
banco, esta y aquella mesa, todos lo vasos, cada una
de las cirrosis.
La mente despierta, nuestra capacidad
de dramatizar el presente, el grito perenne, la ciudadana
codicia tras la moneda indecente, todo nace y todo
muere en el vaso metafísico embriagado. Puede
ser la mortuoria ginebra, el vino misario, un tequila
cactáceo, o la cerveza comercial. Cualquier
jugo afiebrado, cualquier bebida graduada, el cosmos,
y todo no está dicho.
Es que la pampa exige alforja, bota
y petaca. ¿Te atreverías a cruzar la
helada sin tener las venas enrojecidas? ¿Surcarías
el médano de enero sin primero entregarte al
destino incierto de la copa?
¿Cometerás tus errores? ¿Los
confesarás al dios Vino? Él no te salvará.
Pero en su templo tendrás estancia diáfana
y pensamiento.
Estas fotos muestran algunos bares
de mi pampa central. Algunos son antiguos, otros más
nuevos. Todos son de Toay, la Toay mística,
chamánica, lujuriosa, elevada.
Observa los espacios, concéntrate en las mesas,
fija tu mirada en el ambiente. Encontrarás
aire sabio y milenario, verás rabdomantes departir
sobre metales ocultos, alquimistas en plena diagramación
de construcciones mágicas, sacerdotes primigenios
en busca de calma, sosiego y despertar del alma. Verás
todo eso, y lo verás en el viejo loco que conversa
con su mirada, en el albañil al regreso de
la obra, en el peón que sabe de luces, altares
y bestias alienígenas.
Míralos, incorpórate al escenario, despierta
tu ojo cerrado, conversa secretamente con ellos. El
vaso, quizá ya empinado, ayudará. Es
un viaje antiguo, necesario, religioso.
El bar te llama. Es tierra y líquido,
un éter y el fuego por dentro. Son las puertas,
el ser otro, la identidad. Es él y su necesaria
decadencia. Entrégate al ritual. La nada espera.
Purificación y Toay por mostradores, osamentas
colgadas e intervenidas, estufas celestialmente enchastradas
de ceniza y carbón.
Hay invocación del vidrio hecho
recipiente: vidrio espiritual, vidrio bar. Es el juego
de los cristales: unos en la óptica, otros
en el vaso. Imperfección de lo perfecto. Perfección
de lo imperfecto. Caos. Vida. Bacanal.
Y todo el mundo rankulche me acaricia,
a mí, el de sangre inmigrante.
Me dejo fluir. Veo caldenes, jarillas, escucho un
puma hablar a mi ser, siendo al zorro convidarme su
cosmos. Ya no soy. Soy bar y decadencia, Toay por
las tardes. Cielo de los que trabajan, sueño
del humo. Bar. Toay. Templo.-
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