La
lluvia siempre ha sido una bendición por estos
pagos. Y una vez que había pasado, era motivo
de diversión para los chicos. Las abundantes
lagunas que se formaban en las calles, nos hacían
desarrollar la imaginación. Y no siempre para
hacer cosas buenas… Tirar pedazos de ladrillos
para que el agua sucia nos salpicara (o mejor dicho,
salpicara a los demás), me-ternos en los charcos…,
tirarnos con barro…; en fin, cualquier cosa
que sirviera para merecer la correspondiente "castigo"
de nuestros padres. Frente a la casa de mis abuelos
la calle era muy arenosa. Pero frente a la casa de
Maidana -donde se formaba una laguna al llover-, no
lo era tanto. Esa era nuestra cancha de fútbol,
donde no siempre era "pelota de fútbol"
la que teníamos para jugar. La mayor par-te
de las veces era una pelota de trapo, fácil
y barata para fabricar; bastaba una vieja media, ya
en desuso. Abundaban. Se usaba mucho la media de tres
cuartos (que cubría las "canillas"
hasta las rodillas), pues los varones usábamos
pantalones cortos hasta los 14 ó 15 años.
A esa media, la rellenábamos con trapos viejos
en la parte del pie. Unos golpes para redondearla,
luego retorcíamos la prenda y la íbamos
embutiendo hasta la boca. Un pequeño trozo
de hilo, y ya teníamos una buena pelota.
Durante horas, o hasta que nuestros padres nos llamaban
por alguna razón, corríamos entre una
nube de polvo. Dos montoncitos de arena con una corta
rama de paraíso, de tamarisco o cualquier otra,
o bien unos trozos de ladrillos en la improvisada
cancha, eran los arcos.
Elegir los compañeros de cada equipo era todo
una ceremonia. Parlamentos, discursos y entredichos
eran el preámbulo obligado previo a la formación
de los equipos. Finalmente, dos de nosotros se colocaban
frente a frente, a cierta distancia, y comenzaban
a acercarse avanzando uno por vez, poniendo un pie
delante del otro. A eso le llamábamos "la
pisadita". El que pisaba primero el pie de el
que estaba en-frente, tenía el derecho de elegir
primero; y así, de a uno por vez, se seleccionaban
los jugadores. Tres o cuatro para cada lado y comenzaba
el partido, que se programaba a 5, 10 o más
goles; porque eso sí: no se jugaba por tiempo,
sino por cierta cantidad de goles…Interesante
variante ahora que el fútbol es tan especulativo
¿no?
Estos partidos no siempre terminaban conforme a lo
que se había pactado. Por ahí surgía
la discusión por una jugada (un puntapié
dado desde atrás, una pelota que había
pasado arriba del supuesto travesaño del arco
o cualquier otra incidencia del juego) y eso era motivo
para el "tumulto" y su inevitable epílogo:
una pelea. Al rato, o al otro día, todo volvía
a comenzar como si nada hubiese pasado.
En esos partidos nos juntábamos con los muchachos
del barrio: mi hermano Julio; Guillermo, Eduardo,
Carlos y Julio Maidana; Julio Corvalán; los
Tinelli; "Titi" y "Mica" Villalva;
"Pirincho" y Ernesto Rossane; Raúl
Cayupán; el "Negro" Gándara;
"Malacha" Dip; Enrique Salvini…Solían
aparecer a veces muchachos de otros barrios, pero
éstos (y algunos más tal vez), éramos
los habituales jugadores.
A veces, para los partidos de fútbol en la
calle, contábamos con alguna pelota de goma;
un pelotazo de ésas en cualquier parte del
cuerpo nos dejaba "ardiendo" un buen rato.
En otros casos, jugábamos con algún
fútbol de cuero. Esta pelota merecía
cuidados especiales. Sabíamos lustrarla con
pomada de zapatos, luego la cepillábamos para
que tuviera brillo, "puliéndola"
con algunos trapos.
La primera pelota que tuvimos en mi casa, era de aquellas
viejas denominadas "de tiento". Se llamaban
así, porque tenían una boca ancha por
donde se introducía la cámara de goma
y se cerraba con una lonja fina de tiento. Había
que tener cuidado al cabecearla, pues si justo coincidía
el golpe con el tiento, la frente quedaba "picando"
un rato largo.
Luego aparecieron las pelotas con válvula,
similares a las actuales, nada más que venían
de color suela. El problema de estas pelotas era cuando
se descosían, lo cual era resuelto por don
Rito Ovando.
Este anciano parsimonioso, tranquilo y bondadoso,
vivía solo detrás de los médanos.
Trabajaba en sogas y cueros. Silencioso y de infinita
paciencia, llegaba habitualmente a casa de Maidana.
Era padrino de uno de los muchachos. Eso era suficiente
para que fuera padrino de todos. Invariablemente,
un pequeño perro era su compañía.
El "Preguntale". Tal el nombre que había
dado a su inseparable amigo, y que daba lugar a un
juego de palabras y de humor. Si alguien preguntaba
a don Rito como se llamaba el perro, respondía:
"Preguntale"…El muchacho, creyendo
que se trataba de una broma, respondía quejumbroso:
"No don Rito… dígame como se llama".
Don Rito era muy querido por todos nosotros y era
muy respetado en el pueblo, precisa-mente por esas
virtudes nobles de las que hacía gala. Armado
de agujas, hilo encerado y punzones, nos cosía
la pelota con esmero y delicadeza. Estoy seguro que
nuestra felicidad, también era la suya.
Años después, y tras la fundación
de Guardia del Monte, don Rito era el encargado de
la vieja cancha de Sportivo, donde actuábamos
de local. Cuando nuestro club contó con cancha
propia -ya fallecido este hombre-, tuvimos el proyecto
de bautizar el estadio con su nombre, como homenaje
al hombre simple, sencillo y modesto, que tan generosamente
nos brindara su valiosa colaboración en esos
primeros años que diéramos con la joven
entidad.-