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Toay- Mayo -2007

El Darling Por Rodrigo Fernández


Las calles son muy anchas, trazadas en damero hacia los cuatro puntos cardinales, con la generosidad de espacios que proporciona un desierto con los horizontes en el infinito.
El verano se asienta sin piedad sobre la arena y la quietud de la hora invita a una pausa para la molicie. Un millón de veleros se dibuja en las alas de las mariposas amarillas que sobrevuelan un mar de reverberos. El calor cierra una persiana y el chirrido de bisagras oxidadas rasguña el silencio de la siesta pueblerina, ancestral y doméstica.
Camina el centro de la calle tu figura, como un frágil trazo celeste sobre el paisaje. Juntos nos vamos de recorrida, sin destinos obligados ni precisos. Ha de ir con nosotros un diálogo interminable, distendido, casual, en ocasiones enreda-do entre disensos cercanos a los límites de ruptura, según lo aconseja el manual de las amistades entrañables.
El Darling también va con nosotros, paseando su perruna simpatía con el olfato presto a aplicarlo en donde no se debe y todo su albedrío flameando en la cola inquieta. Su geografía animal recorre, por lo menos, un cruce muy desafortunado entre razas caninas. Es demasiado largo, demasiado bajo, demasiado peludo. El hocico afilado sobresale en una cabeza desproporcionada con el resto y las orejas erguidas completan las incongruencias en el diseño general. Pero hasta el mínimo rincón de su cuerpo está relleno de ternura y él le encarga a su instinto la aplicación de sus virtudes sobre nosotros. Con plena conciencia de las circunstancias, nos tiene suscriptos a sus correrías y a la protección de su integridad ante los peligros de la calle.
Buen tipo, el Darling. Como ser viviente y como amigo, con todas esas cosas que hacen queribles a los buenos tipos. Le encanta nuestra platea del cordón de la vereda y utiliza el hocico como cuña hasta que se ubica como uno más entre los espectadores de la movida callejera. Creo que considera que somos sus amigos sociales porque, curiosamente, su verdadero amo es un señor que no pertenece a nuestro grupo.
Todo está impreso en tiempo presente aunque las historias parecen lejanas. Será porque la plenitud inocente constituye un estado constante, mantenido en el tiempo con su aroma original.
Las vacaciones del secundario dejaban los días abiertos, sin deberes y sin horarios. El calor agobiante del clima mediterráneo nos transformaba en lagartijas, al decir de los mayores. Por cierto que las siestas tenían el encanto del paisaje despojado y solitario. La sombra de los paraísos ambientaba sobre el cordón de la vereda un foro para de-bates, o podía convertirlo en un palco privilegiado para observar la movida pueblerina, como también en un espacio ilimitado para la fantasía, según el tenor de la jornada.
Alimentábamos entredichos con nuestra supina ignorancia a cuestas, algo casi comprensible en productos emergentes de un cascarón apenas abierto. Éramos "hormigas tan mediterráneas que no conocíamos el mar" y por ende, consumíamos cuanta letra importada nos cayera cerca. Así éramos lectores en una revista yanky, de una saga de complicados amores en una escuela "preparatoria" californiana, protagonizados por Fred y Anne y las rosquillas de la cafetería, culminando en un invariable final feliz. Una cursilería total. De allí saltábamos a La Odisea y el pobre Homero andaba por unos días bajo la lupa, enredado con la "moza tan fermosa no vi en la frontera de de la Finojosa" de la literatura española de cuarto año. El empeño del Colegio Nacional por formar ciudadanos de sólido acervo cultural, nos obligaba a corresponderle dedicando cierto espacio a las ecuaciones, a la trigonometría, a los oxidrilos, al Sr. Newton, al Sr. Mendeleief y demás pilares de la ciencia. En verdad nuestro aporte a la cosa era bastante desordenado aunque mucho más entretenido, llegando a orillar el caos cuando se trataba de consensuar sobre temas y conclusiones.
Nos ilusionaba vivir en una sociedad más humana, más auténtica, más alegre. Considerábamos que muchas personas arrastraban un destino lineal sobre el aburrimiento de los esquemas establecidos.
Sin detenernos a pensar que los sujetos así vivían felices y contentos, para sustraerlos de tan lamentable condición les dibujábamos una vida paralela. Te encantaba armarles las historias siguiendo el modelo de las novelas cursis que leíamos, incluyendo los finales felices para cerrar el ejercicio de la ironía. La ficción eclipsaba largamente a la realidad, al punto que hoy recuerdo como Willy al verdulero de la esquina y como Brenda a su esposa, porque sus nombres verdaderos se extraviaron para siempre en una de nuestras novelas de capítulo diario.
Frente al palco de vereda, los fines de semana desfilaban los concurrentes a los bailes populares. Allí ubicábamos a los actores de nuestro secreto teatro costumbrista. El folklore local transitaba de la mano de un criollo con los pies torturados por haberlos calzado con botines domingueros, añorando ostensiblemente a las alpargatas cotidianas. Asimismo, bajo el peso de una humanidad considerable, un par de tacos altos se clavaban paso a paso en la arena, al tiempo que una esforzada blusa color fucsia trataba de contener a los desbordes superiores. Desde una convicción casi absoluta, creo que el lápiz de Molina Campos alguna vez anduvo por nuestro mirador y hasta es posible que nos haya sus-traído una pareja, para inmortalizarla en una de sus magistrales viñetas de la pampa gaucha.
Sentadas bajo la palmera del patio, un coro de matronas ancestrales observaba con rostros enigmáticos los desplazamientos de nuestra sociedad adolescente. Por ahí se deslizaban ciertos comentarios acerca de la "vía libre que tiene esta juventud de ahora", los que tropezaban invariablemente con la sonrisa de tu madre, un ángel inteligente e inolvidable.
Nunca proyectamos un camino, posiblemente demasiado ocupados en un día a día tan intensamente pleno de experiencias y revelaciones. Sentíamos la atracción de un horizonte que se desplazaba delante de nuestros pasos, al que no necesitábamos alcanzar porque siempre nos estaría esperando. No era soberbia ni egoísmo. Simplemente vivíamos, sin saberlo, el estado especial de la inocencia que solo puede darse en un tiempo y en un espacio de llanura, entre calles rectas con destino de infinito.
Solía preguntarle a tu imagen, si era posible encerrar un caudal tan enorme de humanidad en la brevedad de tu cuerpo, tan frágil, tan vulnerable desde la enfermedad. Nunca quisiste que habláramos sobre tu salud endeble. Tu independencia rechazaba el tema, envolviéndolo en una broma de humor negro para eludir las preguntas. Pero no pudimos soslayar una íntima nueva tristeza, la que estrenamos juntos en la plataforma de la estación, a la hora de partir hacia un nuevo escenario en el cultivo de mi acervo cultural.
Sentí entonces y lo siento ahora, haber vivido bajo la luz de un breve cielo. Dicen que son estados únicos porque implican confluencias de factores invisibles en un momento común a dos vidas. Después, la perspectiva del tiempo los cuantifica en su magnitud esencial, para su proyección en el alma. La misma perspectiva suele ocuparse de los caminos sin regreso. Dicen que eso es el destino.
Las distancias habían comenzado a ocupar espacios entre nosotros. Los factores invisibles no se conjugaban con los kilómetros ni con las materialidades de los días. Las calles ya no eran de arena y los cubos elevados proponían demasiadas sombras a los espacios de sol.
En la soledad pesaba mucho la lejanía, después de las noticias; que no eran buenas y solo proponían disyuntivas de ubicación física. Duele aceptar que las presencias y las ausencias carecen de sentido, cuando un largo silencio viene a ocupar todos los espacios.
Alguien me dijo que al fin del verano, las golondrinas volaron al norte demasiado pronto y que las nubes ya venían muy grises en marzo, como si fuera invierno.
También me han contado que el Darling decidió partir un poco antes. Son cosas normales en un buen tipo. Era natural que se adelantara para esperarte, como cuando bajabas del ómnibus viniendo del colegio, en la esquina de tu casa.
Me hace bien pensar que están juntos.-






















 

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