Edición digital


<< Volver

Toay- Junio -2007

A veces, siglo XXI Por: Julia Romano Garciarena


Antes, me dijeron… la nada; tu mismo silencio. Antes, pues sentía el hartazgo de estar caminando sin sentido, desde el idealismo poético y loco, en aquellos lejanos molinos de viento.
Hoy, a los treinta y pico; me hace falta decir:
Ya no importa lo que nos hicieron y nos hicimos. El sol renace cada día, a veces difuso, a veces discreto; pero no muere y me encuentra: hija, esposa, madre, amante, compañera y amiga; de la práctica del uso de la palabra; aquella, la que no tiene precio. Libertad.
Afuera, todos los mundos de mis pequeños reinos. No quiero ser Monarca, Príncipe, Burgués, Político, Esclavo ni Siervo. Quiero ser peón de la palabra, militante de la vida; que se re-construye para continuar buscando y sembrar nuevamente: Afecto, Educación, Verdad, Respeto, Tolerancia, Igualdad: Valores; Virtud, Trabajo, Justicia, Dignidad; para todos los hombres que estamos y nos sentimos vivos.

- Y para que no queden dudas ni oscuridades, amo la Vida, la Paz, la Democracia y la Palabra; siempre… hasta que deba abandonar mi cuerpo.
Pero antes de que este sentido de finitud o hecho biológicamente natural suceda de manera irremediable, deseo desde lo particular, expresar mi alegato y defensa de la palabra. Por-que entiendo, comprendo e intuyo que la palabra es un bien ganancial de la humanidad, que no se negocia. Estimo que es la única manera de que existan todas las lenguas, todas las costumbres, todas las religiones, todas las sociedades, todas las etnias, todas las identidades; preservadas a través de la palabra oral o escrita; ejerciendo un vínculo inalterable como herramienta de trabajo en la comunicación de las artes, profesiones u oficios, y más sustancialmente como posibilidad de vida.

- Porque no me resigno a ser testigo de la degradación, por la degradación misma; en manos del hombre, cercenando la función de la palabra.
A que se tiñan las banderas de sangre y esquirlas por los despiadados que oprimen, someten y dominan a los pueblos empobrecidos e indefensos.
A presenciar cómo el cielo y la tierra se funden en un bloque contaminado, desvastado e inhabitable para la vida; y que el resto de los seres vivos adviertan, ante la cuantiosa pérdida de vidas, cómo naufragamos en el mar de la deshumanización; y los árboles de cada rincón de la tierra, los que sobrevivan, se posen de pie contemplando la nada y la desolación.

- Me rehúso, si aún fuera posible…, a creer que todos hablaremos el mismo idioma, la misma insignia, a padecer de iguales flagelos, los del mismo hombre, un ser histórico y social que lo avanza la ciencia y lo tiene a su merced; y con solo programar, pulsar u oprimir un botón puede llegar a destruirlo todo… en su anhelo o afán de avance y progreso. En la ciencia clonatoria y en el poderío técnico y bélico.
Pero antes de que este hecho desgraciado, creado y fabricado por el hombre, ocurra; y desde ya, no sean válidas las lamentaciones o arrepentimientos de los vencedores y vencidos, inauguremos el pensamiento de nuevo; si la pieza vital de todo ser humano es el inconsciente, como cuerpo visible de la razón, que se manifiesta sin total consentimiento a través de nuestros deseos, sueños, sentidos, capacidades, proyectos o modos de desenvolvernos ante cada situación a resolver y en ellas, nuestras conductas y acciones; el reflejo de un espíritu.
Entonces sugiero e imploro, que seamos menos humanoides (materialistas); volvamos a la fuente: los libros, y a conectarnos con ése otro
yo interior doblegando nuestra pulsión e instinto de muerte, de destrucción y de poder; respecto de nuestros semejantes y sus bienes; para que nos llegue vida, e inexorablemente la palabra a su fin.

- Y como simple mujer, de este planeta, estoy como todos condenada a elegir y no puedo no elegir; entonces elijo: quedarme en mi segundo hogar, Toay, La Pampa, Re-pública Argentina; con los brazos abiertos de mis amistosos y hospitalarios caldenes; junto a mis piquillines, que solitarios, acompañan al monte.

Apelo y sostengo: que el hombre, como única criatura en su especie, con raciocinio, voluntad y posibilidad de cambio, con fortaleza, compasión y su sacrificio constante; prevalecerá…

Presagio

Ella es, la que habita a la niña, en los senderos desgarrados de los médanos; con un llanto trémulo, buscando y añorando la Paz entre los hombres.
Ella es, la que regresó para despertar la esencia y el silencio náufrago, suspendido en las vetas rebeldes y floridas de la luna; deshojando el tiempo.
Ella es, quien deberá abandonar sus vidas; lejanas y recientes, una mañana nocturna de unicornios fugaces, con su luz ciega y con sus ojos de utopías al desnudo.
Ella es, quien sin más, entregará sus capas y espadas de paz, junto a sus vertientes; para sentir abierta la claridad estéril, en la inmóvil naturaleza.
Ella es, por último, quien libertará las alas de sus manos perennes, para descender al espacio infinito, con su cuerpo apagado, preso de un silencio desconocido; para morir a la sombra, de un viejo caldén.-


Julia Romano de Garciarena: Escritora residente en Toay. Obtuvo numerosas Menciones Especiales por su labor literaria. Integra antologías con sus obras, de las cuales varias fueron declaradas de "Interés Cultural" por la Subsecretaría de Cultura de la Nación". Participa en diversos encuentros literarios.






























 

"La Pensadera" dispone sus páginas para todo tipo de expresión cultural.
Correo electrónico: lapensadera@yahoo.com.ar - TE 498441. Año 2007