El "tero" (Belonopterus
cayennensis) es un ave de la familia Charádriidae
(con 16 especies en la Argentina), del orden Charadriiformes,
muy común en nuestro país. Es una pequeña
zancuda de unos 30 a 35 cms. de envergadura, de plumaje
color blanco con mezcla de negro, gris y pardo; su
cabeza presenta un corto pico rojo y en el extremo
negro; un copete y a los lados los ojos, pequeños
y redondos. Cuando camina se "agacha" reiteradamente.
Sus amplias alas poseen en la parte superior un fuerte
espolón. Las plumas son de color gris con reflejos
violáceos y el pecho es blanco; las púas
en las plumas y las patas, son rojas. Estas últimas,
muy largas y finas, terminan en cuatro dedos, dirigidos
tres hacia adelante y uno muy corto hacia atrás.
En estas aves no se define el sexo por la forma o
el plumaje, es decir que tanto la hembra como el macho
son iguales, notándose solamente un poco más
chica la primera; en la época de crianza se
los ve siempre en parejas. Los jóvenes se diferencian
de los ejemplares adultos por carecer de copetes y
espolones alares.
Se alimentan de insectos (langostas, escarabajos,
hormigas), razón por la cual se las suele domesticar
en las huertas y jardines, donde también sirven
de "adorno". Su comportamiento de alimentación
consiste en cortas carreras de tres o cuatro pasos,
luego el ave se detiene y simultáneamente envía
el picotazo dirigido hacia delante. Usa también
el método del temblor de patas, maniobra con
la que logra movilizar a las lombrices que están
bajo tierra, y gracias a su fino sentido del tacto
ejercido con los dedos consigue localizarlas, hunde
luego su pico en la tierra y las captura. También
se nutren de carne cruda.
Los teros son verdaderos centinelas en el lugar donde
viven y se distinguen por su grito particular, con
el que parecen decir "teru - teru" y al
cual deben su nombre. Es un animal de costumbres no
migratorias.
En invierno, cuando comienza su época de reproducción,
se inician las luchas entre machos, que continúan
en el aire atacándose con el pico pero no con
los espolones. Luego uno de ellos realiza un despliegue
de atracción hacia la hembra revoloteándole
alrededor con la cola extendida e inclinada hacia
abajo, estirando la cabeza lo más alto posible.
También seducen con vuelos similares al de
las mariposas.
Una vez formada la pareja, comienza la etapa de nidificación.
Estas aves hacen siempre su nido en sitios completamente
desmantelados y secos; éste es un hoyo apenas
escarbado en la tierra, limitado por ramitas quebradas
y unas pocas hierbas secas o tallos de otras plantas.
La misma pareja puede hacer dos o tres nidadas sucesivas
en una temporada, pues en ocasiones se han hallado
pichones en el mes de octubre e incluso en noviembre,
también en enero en tierras de pastos cortos
y en cercanías de lagunas y charcas temporales.
Ponen cuatro huevos, el período de incubación
es de 26 días y los huevos son de color oliva
mate con manchas negras, lo cual los mimetiza con
el medio circundante.
Al nacer, los pichones se asemejan a una pequeña
bola con delicados plumones; su tono es gris oscuro
con manchitas muy pronunciadas, y las patitas y el
pico, negros. Al describir estas particularidades
de los pichones me viene a la cabeza una graciosa
anécdota de mi niñez, cuando en una
caminata familiar por el campo, mi hermano Emiliano,
que en aquel entonces poseía apenas unos tres
años, comenzó a gritar:
"¡Papá! ¡Papá! ¿Qué
es esho? ¿Qué es esho?", al observar
en el suelo dos de esas bolitas peludas junto a unas
heces vacunas.
Los polluelos apenas nacen, ya están en condiciones
de abandonar el nido, pero siempre protegidos por
el padre hasta que aprenden a volar, cosa que sucede
a las cuatro semanas aproximadamente. Nunca vuelven
al nido para pasar la noche; la madre los cobija de
la misma forma que lo hace la gallina con sus pollitos,
en el lugar en que se hallan al entrar la oscuridad.
Si el tero ve algún intruso mientras está
con sus pichones, hace una señal y como por
encanto estos desaparecen. Después se desliza
muy pegado al suelo hasta que está a prudente
distancia del lugar donde dejó a los polluelos,
comienza luego a gritar con gran alboroto y a realizar
vuelos rasantes sobre el intruso si es una persona;
y a veces en sus picadas, logran tocarlo. Si el potencial
depredador llega a ser un ave de rapiña o un
felino, se traba en lucha con él y con los
pinchazos agudos de los fuertes espolones rojos que
lleva en las alas, la mayoría de las veces
logra alejarlo.
Cuando termina este ciclo se reúnen en colonias
de veinte o más ejemplares, re-corriendo juntos
grandes extensiones en busca de alimentos.-