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Toay- Julio -2007

Aves - El tero por Rodrigo Aldama - Est. de Agronomíaz

 

El "tero" (Belonopterus cayennensis) es un ave de la familia Charádriidae (con 16 especies en la Argentina), del orden Charadriiformes, muy común en nuestro país. Es una pequeña zancuda de unos 30 a 35 cms. de envergadura, de plumaje color blanco con mezcla de negro, gris y pardo; su cabeza presenta un corto pico rojo y en el extremo negro; un copete y a los lados los ojos, pequeños y redondos. Cuando camina se "agacha" reiteradamente.
Sus amplias alas poseen en la parte superior un fuerte espolón. Las plumas son de color gris con reflejos violáceos y el pecho es blanco; las púas en las plumas y las patas, son rojas. Estas últimas, muy largas y finas, terminan en cuatro dedos, dirigidos tres hacia adelante y uno muy corto hacia atrás.
En estas aves no se define el sexo por la forma o el plumaje, es decir que tanto la hembra como el macho son iguales, notándose solamente un poco más chica la primera; en la época de crianza se los ve siempre en parejas. Los jóvenes se diferencian de los ejemplares adultos por carecer de copetes y espolones alares.
Se alimentan de insectos (langostas, escarabajos, hormigas), razón por la cual se las suele domesticar en las huertas y jardines, donde también sirven de "adorno". Su comportamiento de alimentación consiste en cortas carreras de tres o cuatro pasos, luego el ave se detiene y simultáneamente envía el picotazo dirigido hacia delante. Usa también el método del temblor de patas, maniobra con la que logra movilizar a las lombrices que están bajo tierra, y gracias a su fino sentido del tacto ejercido con los dedos consigue localizarlas, hunde luego su pico en la tierra y las captura. También se nutren de carne cruda.
Los teros son verdaderos centinelas en el lugar donde viven y se distinguen por su grito particular, con el que parecen decir "teru - teru" y al cual deben su nombre. Es un animal de costumbres no migratorias.
En invierno, cuando comienza su época de reproducción, se inician las luchas entre machos, que continúan en el aire atacándose con el pico pero no con los espolones. Luego uno de ellos realiza un despliegue de atracción hacia la hembra revoloteándole alrededor con la cola extendida e inclinada hacia abajo, estirando la cabeza lo más alto posible. También seducen con vuelos similares al de las mariposas.
Una vez formada la pareja, comienza la etapa de nidificación. Estas aves hacen siempre su nido en sitios completamente desmantelados y secos; éste es un hoyo apenas escarbado en la tierra, limitado por ramitas quebradas y unas pocas hierbas secas o tallos de otras plantas. La misma pareja puede hacer dos o tres nidadas sucesivas en una temporada, pues en ocasiones se han hallado pichones en el mes de octubre e incluso en noviembre, también en enero en tierras de pastos cortos y en cercanías de lagunas y charcas temporales. Ponen cuatro huevos, el período de incubación es de 26 días y los huevos son de color oliva mate con manchas negras, lo cual los mimetiza con el medio circundante.
Al nacer, los pichones se asemejan a una pequeña bola con delicados plumones; su tono es gris oscuro con manchitas muy pronunciadas, y las patitas y el pico, negros. Al describir estas particularidades de los pichones me viene a la cabeza una graciosa anécdota de mi niñez, cuando en una caminata familiar por el campo, mi hermano Emiliano, que en aquel entonces poseía apenas unos tres años, comenzó a gritar:
"¡Papá! ¡Papá! ¿Qué es esho? ¿Qué es esho?", al observar en el suelo dos de esas bolitas peludas junto a unas heces vacunas.
Los polluelos apenas nacen, ya están en condiciones de abandonar el nido, pero siempre protegidos por el padre hasta que aprenden a volar, cosa que sucede a las cuatro semanas aproximadamente. Nunca vuelven al nido para pasar la noche; la madre los cobija de la misma forma que lo hace la gallina con sus pollitos, en el lugar en que se hallan al entrar la oscuridad. Si el tero ve algún intruso mientras está con sus pichones, hace una señal y como por encanto estos desaparecen. Después se desliza muy pegado al suelo hasta que está a prudente distancia del lugar donde dejó a los polluelos, comienza luego a gritar con gran alboroto y a realizar vuelos rasantes sobre el intruso si es una persona; y a veces en sus picadas, logran tocarlo. Si el potencial depredador llega a ser un ave de rapiña o un felino, se traba en lucha con él y con los pinchazos agudos de los fuertes espolones rojos que lleva en las alas, la mayoría de las veces logra alejarlo.
Cuando termina este ciclo se reúnen en colonias de veinte o más ejemplares, re-corriendo juntos grandes extensiones en busca de alimentos.-

















El "tero" (Belonopterus cayennensis).








































 

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