"Costó cuarenta años
generar 95.000 chacareros propietarios. Más
adelante, entre 1988 y 2002, bastarían solo
catorce años para eliminar 103.000 productores
agropecuarios, sin contar los contratistas y otros
tipos de productores que también desaparecieron".
Federación Agraria Argentina, informe 2004.
El viejo Vicente Katrenao miró
la pampa inmensa que alcanzaban a divisar sus ojos.
"La tierra, las últimas tierras nuestras"
reflexionó mientras pensaba en las enormes
extensiones que lo rodeaban y que de a poco fueron
pasando a propiedad de españoles, ingleses,
australianos y norteamericanos. "Ya no nos queda
ni la tierra". Las grandes corporaciones se habían
apropiado hasta de los caminos, los pozos de agua,
los ríos, las sierras… "Tan solo
el cielo les falta y no descansarán hasta tenerlo
también".
"Pero anímese hombre, está haciendo
un buen negocio, le estamos ofreciendo un buen precio",
le había dicho el español, enviado seguramente
por algún gran monopolio, a comprar sus tierras.
Como si no los conociera. ¿Un buen negocio?
Sería tan buen negocio como a aquel pobre paisano
al que REPSOL le dio unas monedas por un terreno del
cual luego se sacó petróleo. Vicente
veía todos los días a los camiones cisterna
trasladar toneladas de crudo. "¿Cómo
puede estar tan cara la Nafta si la sacan de acá
nomás?" se preguntaba impotente.
"No. ¿Cómo puedo pensar en vender
la tierra? Esta tierra que mi padre me enseñó
a trabajar cuando de niño me dijo: ``este campo
que ahora arrendamos, algún día será
nuestro´´ Y desde ese día la trabajé
sin descanso. Sobrevivimos la sequía, la erosión
que se llevó gran parte de la capa fértil,
las cenizas de aquel volcán de Chile que tuvo
que venir a jorobarnos, los acreedores, el dueño
que amenazaba con echarnos. Pero seguimos adelante.
Y que emoción cuando por fin pude comprar una
parcela. "Este es tu sueño, viejo"
le dije a mi padre en el cielo. Esta tierra tiene
tanto de mí, está tan dentro de mí
como yo de ella.¿Cómo puedo pensar en
venderla? ¿Qué clase de ingrato soy?
Esta tierra está grabada en mi sangre, en mi
piel, en mis huesos".
Pero que podía hacer el viejo Katrenao. Las
Corporaciones habían comprado hasta los caminos,
los campos de pastoreo estaban en sus manos, no podía
sacar a beber a los animales porque los pozos de agua
eran de su propiedad. ¿Cuánto iba a
poder resistir? Si perduraba en su intento por mantener
la tierra, las Corporaciones encontrarían otras
formas para forzar su venta. "Introducirían
plagas, quemarían los pastizales… No
sé, pero no iban a quedarse a esperar".
"¿Y mis hijos? Porque no están
con-migo en este momento. Ellos quieren que venda
la tierra. ¡Ellos! A los que yo inculqué
el mismo amor por ella que me inculcó mi padre.
¿En qué me equivoqué? ¿O
habrá sido la ciudad que los contaminó
con su música en inglés, los puestos
de comida rápida y las zapatillas importadas?
No, no puedo juzgarlos, son víctimas de la
sociedad de consumo. Les han lavado la cabeza, les
han borrado el amor por el suelo en que nacimos. Pero
tienen razón en el fondo. Si no la vendo ahora
encontrarán otras formas de forzarme a venderla
y entonces me darán mucho menos de lo que me
ofrecen ahora".
El señor Vicente Katrenao comenzó a
morir la mañana en que se dirigió a
la cueva en donde descansaban los restos de sus ancestros,
los primitivos habitantes de la región, los
que eligieron dar su vida antes de entregar el suelo
en que nacieron. Se arrodilló ante ellos y,
tras decir una oración en su lengua, les pidió
perdón. Por la tarde, en compañía
de un abogado, firmó un contrato de compraventa
de bienes inmuebles. El dinero le fue entregado inmediatamente
en efectivo.
"No se arrepentirá hombre" le decía
el español, "nosotros podemos aprovechar
este terreno intensivamente, para usted ya no era
más que tierra inútil". Inútil
había dicho. Inútil es la definición
de aquel para el que la tierra no significa nada,
porque no tiene la huella de sus manos trabajadoras
ni la sangre de sus ancestros. El viejo tuvo ganas
de gritárselo, de juntar todo su odio y golpearlo
en la cara, de reventarle los ojos, de borrarle la
sonrisa de idiota. Pero debía contenerse, ¿Qué
podía hacer un viejo?
Las Corporaciones tomaron posesión de la tierra
inmediatamente. El viejo Katrenao no se llevó
muchas cosas. ¿Qué iba a llevarse? si
todo cuanto él era estaba en esas tierras a
las que trabajó desde antes de aprender a leer.
Vicente terminó de morir aquel día en
que debió dejar la tierra, que era como dejar
su vida. Con lágrimas en los ojos contempló
por última vez la llanura infinita, mientras
el automóvil que lo transportaba se alejaba
del lugar.
"¿Fue en vano tanta sangre derramada,
tanto luchar para ser libres?". Más de
quinientos años después, volvía
a repetirse la conquista de América.-
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