LA
PAMPA PROFUNDA

Un
pueblo abandonado
Por
Juan Pablo Morisoli; Escritor y topógrafo
Hucal
y sus fantasmas: |
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Llegué
temprano por la mañana, la lluvia de la
noche anterior fugaba hacia el norte en nubes
azules, escampaba, el rocío mojaba mis
zapatillas entre los pastos. Y así me hallaba
caminando lentamente entre los andenes desiertos
de la antigua estación de Hucal, sus grandes
fosas del taller de máquinas, el plato
o mesa para dar vuelta la máquina, cuando
fue punta de rieles y tenía la comodidad
de la villa ferroviaria construida en el lugar.
Antiguos
talleres, recuerdo de una época de punta
de rieles
Miraba
absorto entre la niebla y pensaba: ¿qué
había pasado allí, por qué
ese abandono, cómo un país deja
de lado su transporte de cargas más barato
y ya en plena marcha? Por aquellas vías
llegaron los trenes que dieron vida al sur de
la provincia, llenos de inmigrantes ávidos
de futuro y con una capacidad de trabajo y de
progreso ya nunca imitados. Esas vías generaron
pueblos y estaciones a cuya vera se instalaron
industrias, silos, barracas, negocios, escuelas
y todo lo que el progreso conlleva. Hace un siglo
esa vía irrumpió desde Bahía
Blanca en dirección a Hucal como primera
etapa, luego y velozmente llegaría a General
Acha, para al poco tiempo extenderse a Toay. Desde
donde se había proyectado llegar a Mercedes,
en San Luis, pasando por Victorica y también
a Río Cuarto en Córdoba, cosa que
nunca se completó.
Con aquella línea Toay era un nudo fe¬rroviario
con dos estaciones y un futuro aparentemente luminoso,
ya que contaba con dos ferrocarriles hacia los
puertos más importantes que nutrían
el centro y ,sur territoriano: Buenos Aires y
Bahía Blanca. Las estancias que nacieron
a su lado tenían una ventaja inmejorable
para enviar su producción a puerto, su
cereal, sus cueros, su ganado en pie a frigorífico,
la leña de los obrajes, los postes y varillas
para alambrar esa tierra que hacía pocos
años acababa de ser arrebatada a sus poseedores
ancestrales: los indios.
Y así fue que pensaba en ese destino grande
y sobredimensionado que le atribuyó la
inmigración a La Pampa, en los errores
de los parcelamientos en unidades insuficientes
en superficie, para una tierra de mediana calidad
y un clima áspero e inclemente.
Tal vez las compañías colonizadoras
repitieron modelos de Europa o del lugar de donde
provenían, acostumbrados a otra realidad
e incluso al tamaño de los fundas y no
a la gigantesca llanura pampeana, donde este modelo
minifundista compitió con gigantescas estancias
a su vera.
Lo cierto es que hoy han quedado como grandes
monumentos los silos de la ex Junta Nacional de
Granos, faros vacíos de un desarrollo pujante
y efímero de nuestro sureste pampeano y
de su sueño granario, el cual terminó
en la sobre explotación del suelo y el
monocultivo. Que es justamente el recurso que
se degradó por ser una delgada capa en
la zona y fácilmente erosionable por los
vientos predominantes del sector.
Fuente:
Suplemento "Caldenia" - Diario "La
Arena" Domingo 30 de setiembre de 2001.

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